Estamos viviendo nuestra Semana Mayor: síntesis del Misterio Pascual, bajo la óptica del libro del Éxodo, de san Pablo y el evangelista san Juan. En la primera lectura (Ex 12, 1-8.11-14) se nos invita a meditar quién es este nuevo cordero. Nos relata el libro del Éxodo: «Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito». Sin duda, que este nuevo cordero es el mismo Cristo, en el que no encontramos pecado, resistencia, ni mucho menos corrupción:
- 1º En este Cordero no hay pecado porque en Él sólo hay inocencia, va al Calvario para con su pureza borrar los pecados del hombre.
- 2º En este Cordero no hay resistencia, símbolo de que sube a la cruz con plena libertad y disposición del corazón.
- 3º En este Cordero no encontramos la corrupción del odio ni del rencor para con su pueblo que lo lleva al matadero.
En la segunda lectura (1 Cor 11, 23-26) el apóstol san Pablo recuerda a la comunidad de Corinto que el Cuerpo y la Sangre de Cristo son el símbolo real de donación de Cristo para con su pueblo. Dicha donación es entrega, pasión y don:
- 1º La donación de Cristo es «entrega» en cuanto que Él mismo se ofrece y se dona en plenitud, es decir, ofrece la totalidad de su persona simbolizada en su Cuerpo y en su Sangre, es decir, no deja nada para sí, se da totalmente como alimento para la humanidad.
- 2º La donación de Cristo es también «pasión», ya que, se ofrece apasionadamente por su pueblo. Cuando hablamos de pasión nos referimos a Cristo se dona con toda la energía de su persona. Se trata de una pasión que al principio es cruenta (con dolor) y luego se transforma en una pasión incruenta (sin dolor) en cada Eucaristía llena de amor por el hombre.
- 3º La donación de Cristo es «don», es decir gratuidad. Cristo se nos dona sin cobrarnos nada, sólo nos pide la donación libre y voluntaria de nuestras vidas, sin forzarnos, ni mucho menos obligarnos. Así podemos decir, que su Cuerpo y su Sangre se convierten en cada Eucaristía en una gratuidad estable y permanente.
Por su parte, el Evangelio de san Juan (13, 1-15) nos recuerda los tres grandes legados de Cristo para con su pueblo: el mandamiento del amor, junto con el sacramento del Orden Sacerdotal y la Eucaristía:
- 1º El amor se convierte en el nombre, apellido y distintivo de todo cristiano. En el nombre, porque cada cristiano está llamado a «ser» amor a ejemplo de Dios que es Amor, esta debe ser nuestra «identidad». En el apellido porque cada cristiano está llamado a «vivir» el amor que no es otra cosa que el servicio desinteresado o la «misión» del cristiano. Y el distintivo del amor, es la «cruz» de Cristo donde se integran nuestras fragilidades con el amor de Cristo.
- 2º El Sacramento del Orden Sacerdotal, brota de una mirada amorosa de Jesús que llama a personas concretas, con luces y sombras, para primero experimentar el amor de su Padre y luego comunicar esta experiencia maravillosa de sentirse amados y perdonados.
- 3º El Sacramento de la Eucaristía es el signo del amor permanente de Jesús para con su pueblo que no sólo ha querido morir en la cruz, sino quedarse de manera constante en dicho sacramento para alimento del camino.
Pbro. Vicente Haro Campos