La iglesia honra especialmente a los tres arcángeles que son mencionados en la Sagrada Escritura. Sus nombres terminan todos con la palabra “el”. Este vocablo, que viene del hebreo, es la raíz de Elohim. La terminación “el” implica que Dios está inscrito en sus nombres, en su naturaleza misma. Y los nombres con que han sido llamados estos seres celestiales apuntan precisamente a la misión que cada uno de ellos tiene: la de ser mensajeros de Dios y enviados por él.
El nombre de Miguel Arcángel expresa la actitud de todos los Ángeles, pues significa ¿Quién como Dios? Es decir, pone de manifiesto la elección salvífica que hicieron los ángeles en el principio y que les permitió llegar a ver continuamente el rostro del Padre que está en los cielos. San Miguel, príncipe de los arcángeles, como lo llamamos, y príncipe y jefe de las milicias celestiales, aparece en varias ocasiones en la Sagrada Escritura. En el Antiguo Testamento se le ve desempeñar varias misiones: de consolador, mensajero, salvador, de instrumento de cólera divina. Él fue quien protegió a los jóvenes del horno (Dn 3,92), y quien cerro las fauces de los leones (Dn 6,23); en el Nuevo Testamento, interviene liberando a los apóstoles de la prisión (Hch 5,19), discutiendo con el demonio de la carta de Judas y, finalmente, encabezando y venciendo en la gran batalla anunciada en el apocalipsis.
San Gabriel Arcángel lleva un nombre que quiere decir “mi fuerza es Dios” o “Poder de Dios”, esto indica que la señal suprema de esta fuerza o poder de Dios fue la Encarnación, a la cual estuvo tan estrechamente ligada la misión de San Gabriel. Es el encargado de comunicar el mensaje más grande e importante de toda la historia de la salvación: la Encarnación del Hijo de Dios a la Virgen María. Aparece otras dos veces en la Biblia, en primer lugar, anunciándole a Daniel el tiempo de la venida del Mesías; y luego, dándole a conocer a Zacarías el futuro nacimiento del precursor del Señor, san Juan Bautista. Estas tres intervenciones del arcángel tienen que ver todas ellas con el anuncio de la venida del Mesías a la tierra.
El tercer Arcángel, San Rafael, es llamado así debido a la misión de sanación que Dios le confió. La palabra Rafael significa “Dios sana”, hace alusión a la función que Dios quiso que este ángel desempeñara en la historia de Tobías, una misión en la que se pone de manifiesto la bondad, providencia, protección y cuidado que nuestro creador tiene para con nosotros. No solo se concreta a ayudar a Tobías, va mucho mas allá puesto que extiende su patrocinio sobre las diferentes necesidades de las personas a las que fue enviado a ayudar: sana a Tobit de su ceguera, proporciona dinero para remediar la pobreza de sus protegidos, libra a Sara del demonio que le atormentaba y guía a lo largo del camino al joven Tobías, ofreciéndole toda su protección y ayuda.
Los tres arcángeles, con la total humildad que los caracteriza, no pretenden llamar la atención sobre sí mismos, sino solamente apuntar a Dios, servirlo y buscar su gloria, además cada uno nos trasmite una enseñanza particular:
Miguel nos hace ver que nadie es como Dios y nadie es digno de ser seguido y amado como él. También nos recuerda que la humildad y obediencia es la base de nuestra relación con Dios y que nunca debemos aferrarnos a nuestras propias ideas (por muy buenas que parezcan) por sobre lo que el Señor y creador de todo nos indica a través de su Iglesia. Es decir, nos hace ver que ninguna grandeza tiene valor por sí misma fuera de Dios, y que el verdadero valor de las personas radica en su pequeñez y humildad.
Como Gabriel nosotros también podemos ser mensajeros de Dios y llevar su llamado de salvación a todos los hombres, pero este llamado no será efectivo a menos que nosotros mismos procuremos primero vivir en unión con Cristo para así poder hablar de él y en su nombre.
Rafael es un modelo de bondad y de servicio. Como él podemos buscar ser siempre esa presencia pacificadora, sanadora, haciéndonos portavoces del amor y del mensaje de salvación de Dios. De igual modo podemos ayudar a restaurar la vista de tantos ciegos espirituales que viven sumergidos en la oscuridad de lo material, pero que en el fondo añoran ver la luz de la vida que es Cristo.
Estos arcángeles se presentan en la Sagrada Escritura como los que están en la presencia de Dios, delante de él y se presentan como enviados y esta es la clave para cumplir con fidelidad la misión para la que Dios nos creo: permanecer en la presencia de Dios. Pidámosle a estos arcángeles que intercedan ante Dios por nosotros para que obtengamos la gracia de no olvidarnos ni un instante de su presencia en nuestras vidas.
Por Raudel Ríos Reyes
Tercero de teología