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Llamados a comprometernos con el Amor | Domingo XXI del Tiempo Ordinario

En este domingo se nos invita a renovar, todos y cada uno de nosotros, nuestros compromisos, tomando conciencia del don del amor que Dios nos ha dado a manos llenas. De esto nos hablan las tres lecturas del día.

En la primera lectura (Jos 24, 1-2.15-17.18) vemos cómo Josué reúne a todas las tribus de Israel que están por entrar a la tierra prometida y los invita a una elección radical: comprometerse a servir sólo al Señor, apartándose de todos los ídolos. Por otra parte, en el evangelio de Juan (6, 60-69), vemos que hoy se termina el discurso del Pan de vida y cómo los discípulos son llamados a tomar una decisión radical: aceptar a Jesús con fe a pesar de las dificultades que haya, o bien, abandonarlo.

Además, en la segunda lectura, de la Carta de San Pablo a los Efesios (5, 21-32), que por cierto es bellísima, se invita también a los matrimonios a renovar su amor conyugal, a renovar el compromiso de entrega total, inspirándose en el amor que Cristo tiene por su Iglesia. Y hoy me quiero centrar aquí, en cómo es que los esposos pueden renovar el amor que se tienen.

San Pablo nos dice: “Sean sumisos los unos a los otros, por respeto a Cristo: las mujeres respeten a sus maridos, como si se tratara del Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza y salvador de la Iglesia, que es su cuerpo. Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla”.

Uno de los más grandes males que afecta al amor en los esposos creo que es el egoísmo, ese afán de sólo hacer valer mi palabra y mi voluntad, de no querer “dar mi brazo a torcer” cuando llegan las dificultades. Por eso, San Pablo, a lo primero que exhorta es a que sean sumisos, es decir, que destierren el egoísmo, que mueran a su orgullo herido para que puedan seguir amándose mutuamente.

Y quiero centrarme en la manera en la que se deben de amar, ya que San Pablo nos dice: “Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella para santificarla”. Esto quiero dar a entender que el amor de los esposos debe ser como el amor que Cristo le tiene a su Iglesia. Y, ¿cómo es ese amor? El Papa Francisco dice que ese amor de Cristo tiene tres características: es fiel, perseverante y fecundo.

  1. FIEL: El amor de Cristo no cambia con el paso del tiempo, siempre es fiel, se entrega totalmente, no tiene otros intereses o motivaciones. La fidelidad es el ser del amor de Jesús. Conviene que los matrimonios se pregunten ¿qué tanta fidelidad se guardan mutuamente? ¿cómo proteges tu matrimonio de los diferentes enemigos o de los ataques?
  2. PERSEVERANTE: es decir, no se cansa, no pierde la esperanza, no se deja vencer por el desgaste, las dificultades o una respuesta no equitativa. Los problemas deberán ser una oportunidad de crecimiento. Perseverar significa permanecer, luchar, seguir entregándose con totalidad y generosidad para que el amor no se diluya.
  3. FECUNDO: el amor de los esposos debe ser generador de vida, y para esto debe haber donación total y desinteresada. Estar abiertos a la vida, a los hijos y a la familia, pero también se da vida con actitudes de perdón, de amor, de bondad o de alegría ¿qué tanto fruto está dando tu matrimonio?

Por Rubén Mendoza Menchaca

Año de inserción pastoral

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