Dentro de nuestra fe católica, tenemos grandes ejemplos de silencio orante: San José es uno, pues no conocemos palabra dicha por él en la Sagrada Escritura; la Virgen María también es modelo, pues «guardaba todas esas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 51). El mismo Jesús guardó silencio cuando Pilato lo cuestionó sobre su origen en la Pasión (Cfr. Jn 19, 9).
El silencio en nuestro mundo es algo casi imperceptible, pues muchas de las veces, cuando existen estos espacios en nuestra vida ordinaria, los ruidos internos nos aquejan y tristemente, nos acostumbramos a ellos. El silencio para el cristiano significa ese espacio de diálogo, de interacción con Dios, por el cual Él se comunica y da a conocer su voluntad en la vida del creyente. Es muy importante mantener en la vida estos espacios de interiorización e intimidad con el Señor, de hecho Jesús en el evangelio de Mateo nos recomienda: «retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto» (Mt 6,6).
En la asamblea eucarística, también hay momentos propicios para guardar silencio. Este silencio debe ser para poner delante de Dios aquello que está en lo más profundo del corazón, nuestras penas y aflicciones, nuestros gozos y esperanzas. Dentro de la Misa, los silencios más significativos se realizan:
- Antes de comenzar la celebración, como espera gozosa para prepararnos a celebrar el misterio más grande, el de la presencia de Cristo en medio de su Pueblo.
- También como parte del acto penitencial, para pedir a Dios perdón por aquello que no hemos hecho bien y acercarnos lo más limpios posibles al banquete.
- Después de haber escuchado las lecturas de la Sagrada Escritura y la reflexión hecha por el Sacerdote.
- Finalmente, el silencio más importante lo realizamos después de habernos alimentado con el Cuerpo y la Sangre de Jesús, al tenerlo en nuestro corazón, y ahí es donde podemos decirle lo mucho que lo amamos y poner en su Corazón aquello que nos aflige, agradecerle su amor para con nosotros y pedirle que nos ayude a ser cada día mejores personas.
Descubramos y vivamos la importancia que tiene el silencio dentro de las celebraciones litúrgicas, para lograr entrar en contacto con Aquel que siempre nos escucha, pero que tal vez nosotros, por nuestra incapacidad para guardar silencio, sobre todo interior no escuchamos, o nos cuesta tanto descubrir que siempre está a la puerta y nos habla.
Diego Alberto Barrios Berumen
1º de Configuradora