Hoy, 8 de diciembre, celebramos la Inmaculada Concepción de nuestra Madre Santísima. Celebramos que fue preservada de toda mancha de pecado original desde el primer instante de su concepción. Al celebrar a nuestra Madre nos asombramos por las maravillas que él Señor ha realizado en ella pues la eligió desde la eternidad, y desde el vientre de su madre le concedió tan grande privilegio. Cabe también en este día reflexionar en que, si bien María Santísima fue concebida sin pecado en vistas a la redención que nos traería su Hijo, cada ser humano es también pensado desde la eternidad por Dios y dotado de la dignidad humana desde el primer instante de la concepción. Sin embargo, hoy la vida humana en esta primera etapa se ve amenazada de muchas maneras y con frecuencia oímos de personas que defienden el aborto o métodos de reproducción asistida que no toman en cuenta esta dignidad que el ser humano posee desde el inicio de su existencia
Hoy en día hay parejas que si no pueden concebir se presentan con especialistas que, tras un procedimiento intentan fecundar e implantar una nueva persona en la que va a ser mamá. Quienes realizan estos procedimientos los ofrecen como algo muy sencillo, pero olvidan hacerse antes una pregunta: ¿Y los óvulos fecundados son personas? Sí, son ya seres humanos. Lo presentan de una manera muy sencilla: “Van a concebir ustedes y en nueve meses serán papás”; pero no dicen que van a experimentar, no con uno sino con varios óvulos de los que, una vez fecundados y ya siendo embriones, implantarán uno. Por consiguiente, se trata a las personas como objetos, son respetar su inviolable dignidad.
Sucede también que en ocasiones y por diferentes circunstancias, hay personas que no quieren continuar con un embarazo que ya ha comenzado, y recurren al aborto, terminando así con la nueva vida que se está gestando en ellas. Hay quienes dicen que deciden sobre su cuerpo, pero se olvidan de que la nueva persona que portan en su vientre no es su cuerpo, sino que ahora albergan en su cuerpo a otra persona, su propio hijo. El aborto atenta contra la dignidad del género humano y contra la persona a quien se le comete tal infamia. Esta nueva persona no es responsable de la situación económica, de la conducta culposa, de la enfermedad, no se le debe achacar la responsabilidad por acciones que no ha realizado, y por las que a muchos se condena a pena de muerte sin haber siquiera nacido.
El ser humano posee una dignidad absoluta, innegociable e inviolable, desde el primer instante de su concepción. Cada ser humano es querido por Dios, fruto de un pensamiento suyo. Pidamos a nuestra Madre Purísima, concebida sin pecado y fiel custodia de la Vida que nos ayude a cuidar y defender la vida, la nuestra y la de nuestros hermanos, incluso de aquellos que aún no nacen, siendo conscientes de que cada uno de nosotros es querido por Dios desde siempre.
Julio Montoya Gallegos
Segundo de Teología