El Seminario a través del tiempo

La historia de los seminarios en la Iglesia católica se remonta al siglo XVI cuando el Concilio de Trento, mediante el decreto Cum adolescentium aetas, los instituye como centros en donde habían de formarse los ministros sagrados de la Iglesia. La necesidad que sentía la Iglesia de aquel tiempo de contar con sacerdotes tanto preparados adecuadamente en las distintas disciplinas eclesiásticas como dignos de su misión por sus buenas costumbres, dio origen a estas instituciones que, desde entonces, constituyen el medio privilegiado con el que cuenta la Iglesia para la formación sacerdotal.

El título de «conciliar» que reciben los seminarios proviene precisamente de ese decreto del Concilio de Trento.

El 26 de enero de 1863, el SS Papa Pío IX erige el obispado de Zacatecas con la bula Ad universam agri Dominici en la cual dispone lo siguiente: Deseando por otra parte que en aquella tan amplia viña del Señor se aumenten y multipliquen continuamente los buenos operarios que la puedan cultivar, […] ordenamos por la propia Autoridad Apostólica que a la mayor brevedad posible se forme un Seminario de Clérigos según las reglas y normas prescritas en el citado Concilio de Trento […]

Don Ignacio Mateo Guerra

Obedeciendo puntualmente las disposiciones de la Sede Apostólica, el primer obispo de Zacatecas, don Ignacio Mateo Guerra, decide iniciar la tarea de formar a sus presbíteros como uno de sus principales cuidados pastorales. Antes de fundar un seminario propiamente dicho, el Obispo inicia un colegio provisional el 10 de noviembre de 1864 y en la transcurso de los siguientes años fue organizándose cada vez más, de modo que para 1868 estaban ya establecidas las cátedras más importantes de la carrera eclesiástica.

Posteriormente Don Ignacio Mateo Guerra obtuvo que vinieran a Zacatecas dos religiosos de la Congregación de San Vicente de Paúl, especializada en los trabajos de seminarios, para que organizaran definitivamente el nuestro. De este modo, el 18 de octubre de 1869 nace el Seminario Conciliar de Zacatecas propiamente dicho en un Estado que contaba solamente con otros dos centros de educación superior: el Instituto de Literatura y la Escuela Normal.

Si el primer obispo de Zacatecas fue el padre y fundador del Seminario, su sucesor y hermano, don José María del Refugio Guerra, fue su gran organizador. A él se debió la construcción del primer edificio ad hoc para albergar la institución, edificio que hoy es digno recinto del museo de arte abstracto Manuel Felguérez de la Ciudad de Zacatecas. Fue ahí donde el poeta Ramón López Velarde llegó, siendo todavía un niño, de la mano de su padre, en octubre de 1900. Hecho que él evoca en singular prosa.

Durante los 17 años del fecundo ministerio pastoral de este obispo, el Seminario fue tomando poco a poco la fisonomía de una institución de educación superior y un centro de cultura muy importante de la sociedad zacatecana. En poco tiempo la institución contó con una gran biblioteca y avanzados instrumentos para el estudio de la Física y la Química. Igualmente la fisonomía espiritual de la Institución se iba consolidando poco a poco ofreciendo a los jóvenes una firme formación cristiana.

Desde su fundación y durante el pontificado de los primeros cuatro obispos de Zacatecas, el Seminario Conciliar vivió un tiempo muy importante de desarrollo y consolidación, a pesar de las distintas dificultades que tuvo que superar. Este tiempo comprende los años van desde 1869 hasta 1914.

El 24 de junio de 1914, siendo obispo de Zacatecas, Don Miguel M. de la Mora, el Seminario sufrió un lamentable saqueo a manos de los villistas que causaron grandes estragos en la gran biblioteca, perdiéndose desde entonces muchos libros. Fueron destruidos los gabinetes de física, química y astronomía. Los vasos sagrados fueron profanados. Se apoderaron de los edificios del Seminario. Así terminó todo, y comenzó una nueva época marcada por la persecución. A pesar de las calamidades, el Señor de la Mora mantuvo en pie el Seminario. Ante la avalancha revolucionaria, lo trasladó a Castroville, Texas, durante los años de 1915 a 1918. El Seminario volvió a Zacatecas en 1918 al despejarse el horizonte ocupando el antiguo convento de las Hermanas de la Caridad en la Plazuela de García.

San José, Texas 1926-1927

En ese lugar permaneció hasta 1926, ya que el 27 de mayo de ese año, siendo ya obispo Don Ignacio Placencia y Moreira (1923-1951), sucedió la segunda dispersión cuando el revolucionario Eulogio Ortiz apresó a superiores y alumnos. El obispo traslada el Seminario a San José, Texas donde permanece hasta septiembre de 1927. Muchos alumnos fueron enviados a España donde terminaron sus estudios en seminarios de ese país.

Durante los siguientes 10 años hubo intentos de reorganizar el Seminario a pesar de las grandes dificultades y del ambiente político hostil. En septiembre de 1937, por razones de seguridad, se trasladó el Seminario Mayor al naciente Seminario Pontificio de Montezuma, Nuevo México, de modo que en los años posteriores, y hasta 1951, al terminar los estudios humanísticos en la ciudad episcopal, los alumnos, eran enviados a dicho plantel para cursar los estudios de Filosofía y Teología. Pero ya en octubre de 1937, el Seminario Menor quedó definitivamente establecido en la ciudad de Zacatecas y en 1942, de los anexos del Templo de Jesús, fue trasladado al antiguo Convento de San Agustín.

Alumnos del Seminario 1958

Fue durante el pontificado de Don Francisco Javier Nuño (1951-1954), en un clima político y religioso más sereno, cuando todo indicaba que el gran éxodo del Seminario había terminado. En octubre de 1952, los cursos del Seminario Mayor empezaron a reorganizarse, quedando íntegramente restablecidos al iniciarse el curso 1958-1959. En septiembre de 1959 llegó de Montezuma el último alumno zacatecano; fueron en total ciento doce sacerdotes que ese Seminario dio a la Diócesis de Zacatecas.

En un clima social más favorable y ante el considerable aumento de alumnos que hacían ya inadecuadas las instalaciones del ex Convento de San Agustín y la voluntad de ofrecer una mejor formación a los jóvenes, se percibe ya, desde 1953, la necesidad de un nuevo edificio más apropiado para el Seminario. Y fue al octavo obispo de Zacatecas, Don Antonio López Aviña (1955-1961) a quien tocó llevar a la cima la obra restauradora del Seminario Conciliar de la Purísima.

Este Obispo compró al General Alfredo Lozano un terreno llamado «La Quinta Margarita» en la Ciudad de Guadalupe (entre las calles González Ortega y 1910). El 12 de diciembre de 1955 se colocó la primera piedra y se comenzó la construcción de los edificios. A pesar de las limitaciones de una obra a medio construir, el 24 de diciembre de 1957 se trasladó el Seminario Mayor a ese lugar, quedando en Zacatecas el Seminario Menor. Posteriormente el Obispo compró otro terreno ubicado frente al anterior, pero esta vez a Don Fernando Zorrilla. Ahí se comenzó a planear la construcción de lo que sería el Seminario Mayor, de modo que, cuando el Señor López Aviña fue trasladado como arzobispo a la Arquidiócesis de Durango, ya se tenía la obra negra.

Fue al siguiente obispo, Don Adalberto Almeida y Merino (1962-1969), a quien tocó la tarea de adaptar el Seminario a las necesidades de la Iglesia y del mundo actual. Este obispo reorganizó los estudios incluyendo la secundaria y el bachillerato para el Seminario Menor. Terminó por completo los edificios del filosofado y del teologado. En este tiempo los alumnos del Seminario Menor se trasladaron a la ciudad de Guadalupe, quedando establecidos en esta Ciudad los Seminarios Mayor y Menor como están hoy en día.

Consagración de la capilla del Seminario Mayor

El establecimiento del Seminario Conciliar en la Ciudad de Guadalupe, coincide prácticamente con el evento más importante de la Iglesia Católica en los últimos tiempos: el Concilio Vaticano II (1962-1965), el cual, convocado por SS Juan XXIII y llevado a feliz término por SS Pablo VI, estaba llamado a ser el acontecimiento que cambiaría, prácticamente en todos los aspectos, la vida de la Iglesia católica en el mundo entero. Con el decreto Optatam Totius, sobre la formación sacerdotal (del 28 de octubre de 1965), el Concilio proclama la fundamental importancia de la formación sacerdotal y expone algunos de sus principios fundamentales para confirmar las normas aplicadas durante siglos e introducir novedades en las mismas de acuerdo a las exigencias del mismo Concilio y de los nuevos tiempos.

De este modo, gracias al nuevo impulso dado por el Vaticano II y todo lo que a él ha seguido, el Seminario Conciliar, ya ubicado establemente en la Ciudad de Guadalupe, ha estado en un continuo proceso de renovación que lo ha llevado a tener la solidez y la lozanía con que ahora lo vemos.

Sin duda, Guadalupe, a través de su historia, ha estado fuertemente marcada por su vocación evangelizadora. Desde los albores, y gracias a la gran obra presidida por los Padres de la Orden de San Francisco, el pasar del tiempo ha ido contemplando la conformación y el fortalecimiento de la fisonomía profundamente cristiana de la Ciudad que ha engendrado tantos hombres y mujeres de gran altura espiritual. Y el Seminario, durante los cuarenta y cinco años de su presencia en esta Ciudad, se ha sumado a esta obra evangelizadora, abriendo sus puertas a muchos jóvenes que, constituidos en el ministerio sacerdotal y después de un largo tiempo de preparación, son ahora los pastores del pueblo de Dios en la Diócesis de Zacatecas.

Seminario Menor

Entre las distintas instituciones dedicadas a la educación superior que se ubican en la Ciudad, el Seminario ocupa también su lugar como centro que ofrece una formación que va desde el bachillerato con una preponderante formación humanística hasta los estudios de Filosofía y Teología a nivel licenciatura, aunque no reconocidos hasta ahora oficialmente.

La formación de signo humanístico-cristiano que ofrece el Seminario es quizás la característica más importante de esta institución eclesial. Así el Conciliar de Guadalupe ha sido testigo del surgimiento de varias publicaciones cuyo objetivo ha sido tender un puente entre la Institución y la sociedad zacatecana. Revistas como Crestón, Vitis, Vivac, Dynamis, Okey-Okey, Adalid y, últimamente Pastores, son testigos privilegiados de la vida, la historia y la actividad literaria de esta Institución. En esto, es mucho lo que Seminario debe a personalidades destacadas como el periodista Nicolás Sánchez (+), el poeta Veremundo Carrillo y el historiador J. Jesús López de Lara, entre otros muchos.

Como centro de cultura cristiana, el Seminario posee un importante acervo bibliográfico. La biblioteca que se alberga en la parte superior de la Capilla contiene una rica colección de libros antiguos que pertenecieron originalmente a obispos y sacerdotes de la Diócesis junto con los volúmenes que, desde su inicio, el Seminario ha ido adquiriendo. Ahí se encuentran valiosas obras del siglo XVI, XVII y XVIII. Se trata de una colección que estimativamente posee cerca de veinte mil volúmenes y que, habiendo sido recuperados después de tantos avatares de la historia, están a la espera de los recursos necesarios para ser catalogados y puestos al servicio de los estudiosos propios y extraños. En cambio, la biblioteca de uso frecuente, que posee más de siete mil volúmenes, contiene preponderantemente textos de materias teológicas, filosóficas y humanísticas puestos a la disposición de los alumnos de la institución y de aquellos que quieran adentrase en esas ramas del saber humano.

Igualmente de cierto valor artístico e histórico es la pinacoteca del Seminario que posee obras de importantes maestros novohispanos así como de maestros zacatecanos, entre las cuales sobresale la gran pintura mural de la Capilla realizada por el maestro Antonio Pintor en el año de 1968.

El Seminario Conciliar de la Purísima se define a sí mismo como «la Casa que se construyó la Sabiduría» como lo expresa el lema de su escudo: sapientia aedificavit sibi dumum, poniendo de manifiesto su más esencial vocación de institución dedicada a la formación de los pastores de la Iglesia zacatecana y, asimismo, como centro de irradiación de una cultura cristiana que, hoy como antaño, forma parte integrante del mosaico cultural de nuestra sociedad zacatecana y local.

Pbro. Victor Hugo Gutierrez García

Mural de la capilla Mayor del Seminario: La procesión de los santos del Maestro Antonio Pintor