Este II Domingo de Cuaresma, la liturgia nos invita a meditar y reflexionar el Evangelio según San Matero 9, 2-10. No me puedo ni imaginar el sentimiento que tuvieron Pedro, Santiago y Juan al ver la trasfiguración del Señor, ver cómo sus vestimentas se pusieron esplendorosamente blancas y presenciar al profeta Elías y a Moisés.
Que grande eres Señor que te revelas a tus discípulos. Ellos ya han vivido muy de cerca todo lo que has hecho para que crean todos en ti, han visto signos, ya escucharon mensajes de amor y de paz, ya oyeron de cerca tu forma de predicar por medio de parábolas para poder anunciar el reino de Dios. Y ahora ante sus ojos te muestras glorioso y victorioso para darnos a entender tu grandeza por ser Hijo de Dios, Y nuestro Padre lo confirma: “éste es mi Hijo amado, muy querido, escúchenlo”.
Que bella experiencia has regalado a estos discípulos pues tu intención en todo momento fue enseñarles la importancia de la crucifixión pero aún más la importancia de la conclusión de ésta que es la Pascua, el paso de la muerte a la gloria. Y nuestro Padre lo confirma: “éste es mi Hijo amado muy querido, escúchenlo”.
Jesús en este tiempo nos invita a escucharlo como lo hicieron sus discípulos, a confiar en ti, nos invitas a vivir un tiempo de recogimiento, de ayuno, de abstinencia a los bienes mundanos que nos ayudan al crecimiento de nuestra vida interior, por lo tanto nos invitas a una conversión de corazón. Señor Jesús queremos participar de tu gloria eterna, queremos escucharte y vivir una vida digna en la cual siempre el centro seas Tú, no queremos quedarnos en la muerte sino en la vida.
En estos tiempos que estamos viviendo ante esta pandemia que nos azota y ante esta inseguridad que viven nuestros pueblos, te imploramos Señor Jesús que nos ayudes a trasformar nuestras vidas, ayúdanos a vivir un cambio, queremos que tú seas el centro de nuestras vidas, queremos vivir de cerca tu trasfiguración y nunca apartarnos de ti Jesús, nos sentimos bien cuando Tú estás acompañándonos en este caminar que en ocasiones se nos hace muy difícil.
Que esta pequeña reflexión del II Domingo de Cuaresma nos ayude a buscarte siempre a ti, a vivir una trasformación interior de nuestra persona para poder ir a anunciar a nuestros hermanos el reino de Dios, la invitación a la conversión, la muerte de Jesús en la Cruz y después la Pascua eterna a la cual estamos todos invitados. Los invito a preguntarnos si hemos dejado que la trasfiguración del Señor cambie en nuestras vida aquellos apegos malos que no nos dejan acercarnos a nuestros hermanos y a Dios. Que tengan un feliz domingo.
Por Daniel Ureño
Tercer año de la etapa configuradora