Al inicio del tiempo de la Cuaresma, la liturgia de este domingo nos presenta el relato bíblico donde Jesús conducido por el Espíritu se dirige al desierto (Lc 4, 1-13). Jesús es dócil, no opone resistencia sabe que «su tiempo ha llegado» y tiene que prepararse para la difícil prueba que se le avecina. El evangelista Lucas nos muestra al Maestro con toda su humanidad, nada de panfletos ni adjetivos que digan lo contrario, Jesús siente hambre, quizá también experimenta un cierto abandono de Dios Padre; Él tenía el poder para hacer todo lo que el diablo le estaba sugiriendo, pero no se dejó vencer.
Las tentaciones
En la primera tentación, Satanás le sugiere convertir las piedras en pan. Jesús seguramente veía el hambre de su pueblo estaba en sus manos cambiar esa triste realidad, pero Él no quiere hacer el bien sin Dios. El hombre a menudo tiene miedo al sufrimiento o al sacrificio, quiere ser autosuficiente haciendo caso omiso a Dios, ignorando la «Palabra que sale de la boca de Dios».
En la segunda tentación Satanás le propone a Jesús establecer su Reino en este mundo, por medio de que se le dé adoración a él y no a Dios. Quiere poner las cosas de cabeza, invertir el orden, el diablo sugiere que nos comportemos como si fuéramos Dios.
En la tercera tentación Satanás cita la Biblia. Incita a tener confianza en Dios, pero de una manera arriesgada y temeraria, como sería el caso de echarse del Templo y luego exigir a Dios que nos rescate. Ciertamente es bueno confiar en Dios, pero en obediencia a su Palabra.
El desierto
El desierto es el lugar de encuentro intimo con Dios. De lugar de tentación, se transforma en lugar de misericordia y de renovación. Sería bueno que en este tiempo de Cuaresma propiciemos un momento del día para retirarnos, para ir a lo íntimo de nuestro ser donde esta Dios, a nuestro corazón, de manera que poniendo nuestra vida delante de la Verdad podamos descubrir que, en la soledad, en la tribulación, cuando todo parece perdido, cuando nuestros pecados parecieran más grandes que su gracia, Dios nos hace fuertes para no “dejarnos caer en la tentación”.
Máximo Alejo Ramírez Rosales
Seminarista de tercero de Teología