Hoy es un día de fiesta para toda la Iglesia pues celebramos al Rey de nuestras vidas, de nuestra familia y de nuestra patria: Jesucristo nuestro salvador. El verano pasado se estrenó la película El Rey León y recuerdo una de las frases que más me llamó la atención, que dice: «La grandeza de un rey se mide por su compasión» y, queridos hermanos, nosotros tenemos al Rey más compasivo de todos, un Rey que nos perdona y nos ama y a pesar de nuestras fallas nos sigue dando nuevas oportunidades de crecer, un Rey que no se fija en las apariencias sino en el corazón.
Las lecturas de este domingo son muy iluminadoras y como toda Palabra de Dios sigue siendo vigente hoy en nuestros días. Por ello quiero hacer esta reflexión en tres puntos:
1. Un Rey que también es Pastor
En la primera lectura del segundo libro de Samuel (5, 1-3) se nos presenta una prefiguración de Cristo como un Pastor que cuida de su rebaño, que lo acompaña y les procura el bienestar. Pero al mismo tiempo como un Rey que no hace otra cosa más que servir y ofrecer una vida digna a quienes tiene bajo su cargo. Hoy se nos pueden presentar muchos reyes, que nos prometen seguridad, felicidad si nos sometemos a su autoridad. Pensemos en el «rey dinero», el «rey corrupción», el «rey violencia», sin embargo, por la experiencia de muchas personas o de nosotros mismos hemos visto que son reyes traicioneros que no hacen otra cosa que aprovecharse de nuestra debilidad para tomar más poder. Hoy es un buen día para proclamar nuestra obediencia y fe en el Rey de reyes, que le ofrece a nuestro corazón la paz y la tranquilidad que tanto necesitamos.
2. Un Reino: el de la luz
La segunda lectura (Col 1, 12-20) hace mención de un reino especial. Hoy más que nunca necesitamos construir un Reino de luz. Es decir, que nuestros pensamientos, nuestras obras, nuestras palabras, sean luz que ilumine el creciente reino de las tinieblas (del mal, de la violencia, de la muerte). Hoy podemos ser miembros de una sociedad en la que el bienestar, la paz y el amor sean como las grandes murallas que nos protejan de la maldad que puede haber en algunos hombres. Que con el buen testimonio de nuestra vida le demos luz y calor al resto de la humanidad.
3. El Rey del universo
Finalmente, el Evangelio (Lc 23, 35-43) nos recuerda uno de los momentos de la Pasión del Señor, y dice que había un letrero sobre la cruz que decía «Éste es el rey de los judíos». Queridos hermanos, nuestro Rey es tan grande que no encontró mejor manera de demostrarnos lo mucho que nos ama más que dando la vida. Hoy para nosotros es el Rey de todo cuanto existe. Demos gloria al Señor con nuestra vida y que todo nuestro ser sea una alabanza eterna al Rey del Universo. Pongamos en sus manos las nuestras y digamos: «Aquí estoy Señor».
Marco Antonio Ureño Arriaga
Seminarista de primero de Teología