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Admitidos como candidatos a las órdenes sagradas

El pasado 20 de febrero se celebró la eucaristía con motivo de la Admisión entre los candidatos a las órdenes del diaconado y presbiterado, fue presidida por Mons. Sigfredo Noriega Barceló, Obispo de Zacatecas. Fue un día muy especial para los que conformamos el grupo de segundo de teología. Por la mañana  recibimos a nuestras familias con gran alegría, ya que ellos también venían a acompañarnos a dicho acto. Llegada la hora de la celebración nos formamos en la procesión, y avanzamos con paso valiente mirando hacia el altar.

 Nos sentíamos emocionados al ir caminando. Escuchábamos y uníamos nuestras voces con el canto de entrada que decía “Dios es fiel, guarda siempre su alianza”. Don Sigfredo en su homilía nos invitaba a reflexionar sobre lo que significa el ser “admitido” el estar dentro de los candidatos al orden sacerdotal y que la fe que él Señor nos ha dado la debemos de compartir a nuestros hermanos y hermanas. Él nos decía que como bautizados somos admitidos a una vida nueva en Cristo y que ahora nosotros que hemos respondido al llamado del Señor y que al pedir la admisión supone seguir con mayor amor y perseverancia viviendo el Evangelio, practicando las virtudes teologales y la oración para seguir fielmente los pasos de Jesús el Buen Pastor.

Después de la homilía se llevó a cabo el acto propio de la Admisión, fuimos nombrados y pasamos al pie del altar y el Señor Obispo nos preguntó:

¿Quieren, respondiendo al llamado de Dios continuar preparándose debidamente, de tal manera que se hagan aptos para recibir en el momento oportuno el ministerio en la Iglesia, por medio del Orden sagrado?

¿Quieren formar su espíritu de manera que sean capaces de servir fielmente a Cristo, el Señor, y a su cuerpo la Iglesia?

Y  contestamos a una sola voz: Sí, quiero.

El Señor Obispo nos dijo: 

«La Iglesia recibe su propósito con alegría. Que Dios mismo lleve a su término esta obra buena que en ustedes ha comenzado».

Después de la oración por los fieles nos arrodillamos  y el Señor Obispo nos dio la bendición. Después de esto pasamos a nuestros lugares.

Pude ver  que mis compañeros manifestaban un rostro alegre, ya que el Señor manifestaba su voluntad hacia nosotros, reiteraba el llamado que hace tiempo nos hizo para prepararnos a la vocación sacerdotal. Recibimos la Eucaristía y le dimos gracias al Señor por la gracia de ser admitidos, le pedimos  su amor y su gracia para continuar con fidelidad en este llamado. Al terminar la eucaristía, el Obispo nos dio la bendición, nos felicitó a todos los admitidos y nos preguntó nuestro lugar de procedencia. Fue un momento en el que sentimos el apoyo, la presencia de nuestro Pastor hacia nosotros, nos invitó a seguir perseverando en la formación sacerdotal. En seguida lo invitamos a ser parte de la foto del recuerdo. Luego, con gran gusto, nuestras familias, amigos y compañeros seminaristas nos felicitaron, nos desearon lo mejor, nos alentaron a ser buenos y santos sacerdotes. Este día será inolvidable para el grupo de segundo de Teología, un día en el que el Señor nos dijo:”Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres.” (Mt 4,19)