Primer centenario del Seminario de Zacatecas
La Sabiduría
se edificó una casa
(Proverbios 9, 1)
Un equipo de ángeles
de toda edad, y condición y traza,
vinieron a anunciar con alegría
que la Sabiduría
se construyó una casa.
Trenzaron en equipo el santo vuelo,
porque el Dueño dispuso
hacer su Santa Voluntad, al uso,
en la tierra lo mismo que en el cielo.
Ángeles eran de los de la «guarda»,
guardias del batallón sacerdotal.
En los fúlgidos labios y en la mano
portaba cada quien su credencial
y una oración en un latín mediano.
Eran ángeles niños y mayores,
de Ezequiel, de San Lucas, de San Juan.
Cantando vienen y cantando van.
Y cuando el coro pasa
nos dice su sencilla melodía:
que la Sabiduría
se construyó una casa.
Trompetas largas y gargantas secas
dan su pregón. Y no se sabe bien
si cantan himnos a Jerusalén
o si intentan la marcha «Zacateas».
Nos hablan de columnas y arquitrabes,
de emociones, de ensueños, de albedrío,
de derrumbes, de lágrimas, de hastío,
de muros fuertes y de luces suaves.
Lo dijo el Padre, y lo que Él dice se hace,
aunque Moisés pretexte balbuceos,
pésele a faraones y amorreos,
y aunque el monte se queme y despedace.
Y se hizo el Seminario.
Ángeles bailan hoy en sus pretiles.
Unos tienen cien años, otros miles;
todos, un gozo tierno y centenario.
Tiene cien años. Se fundó en la roca.
Roca eres Tú. Y conforme el tiempo pasa,
a pesar de huracanes, aunque llueva,
ésta, Señor, tu casa,
va resultando cada vez más nueva.
La ornan huellas de mano y corazón.
Como gracia y sostén de construcción
los obreros se dieron a sí mismos.
Y en cimientos y muros han dejado
Un millón de heroísmos
y uno que otro pecado.
Que hay fatiga, Señor, en tus tareas.
Y aunque los vez que avanzan,
por más que no lo creas,
tus obreros a ratos se te cansan.
Se cansarán… Más los hiciste tercos,
con terquedad que llaman esperanza.
En toda esta cuestión hay un secreto:
que el amor ni envejece ni se cansa.
Aquí están tus obreros. Aquí estamos
celebrando, borrachos de alegría,
la casa de la Sabiduría,
la casa que nos diste y que te damos.
Aquí estamos. Ni ángeles, ni sueños.
Carne morena, sufridora y triste.
¿Sirve nuestro sudor, nuestros empeños,
para hacer esta casa que Tú hiciste?
Los obreros de ayer pusieron fuerza,
los obreros de hoy damos audacia.
Cien años nos enseñan que es el mismo
nombre, anciano y eterno, de la gracia.
Gracia pusimos los de ayer y hoy,
a nuestro modo, para ornar cada ventana.
Pusimos luz para adornarla. ¿Cómo
la adornarán los que vendrán mañana?
Pero yo sólo paso la noticia,
que la puedan saber propios y extraños.
Sólo soy traductor de la alegría.
Sépalo todo pueblo y toda raza:
hoy se cumplen cien años
que la Sabiduría
se construyó una casa.