«Vivimos en la esperanza de alcanzar a Cristo, nuestra cabeza, en la gloria»
En este domingo celebramos la Ascensión del Señor, un misterio que completa el de la Resurrección y que es fuente de gran esperanza y de gran alegría. Alegría por la gloria de Cristo, y esperanza porque Cristo no nos ha abandonado, permanece con nosotros hasta el fin del mundo de un modo muy misterioso, pero no menos efectivo y dinámico.
Nosotros tenemos la esperanza alcanzarlo allí donde Él ha ascendido. Leemos en la oración colecta de esta fiesta: «Vivimos en la esperanza de alcanzar a Cristo, nuestra cabeza, en la gloria». En el Hijo de Dios que ascendió al cielo toda nuestra humanidad ha sido elevada.
En la primera lectura se nos narra el episodio de la Ascensión. Aquí vemos como los apóstoles son todavía imperfectos en su fe y en su esperanza. Ellos preguntan a Jesús: «¿Señor, es este el tiempo en el cual restablecerás el reino de Israel?». Los apóstoles se encuentran todavía en la perspectiva terrena de una restauración del reino de Israel. Jesús responde negativamente a su pregunta: «A ustedes no les toca conocer el tiempo y la hora que el Padre ha determinado con su autoridad». Pero hace también una promesa muy importante: «Tendrán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes», y habla de su misión: «Serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de la tierra».
La perspectiva que se abre es apostólica. Los discípulos serán testigos del Señor, y este testimonio llegará hasta los confines del mundo. Para poder dar este testimonio, ellos tendrán la fuerza del Espíritu Santo. Por tanto, podrán ir adelante sin miedos ni inquietudes; el Señor los ayudará con la fuerza del Espíritu Santo. Después Lucas relata la ascensión: «Jesús se fue elevando a la vista de ellos, hasta que una nube lo ocultó a sus ojos». Es una manifestación extraordinaria de la potencia de Dios y de la gloria de Cristo. Es una manifestación que asombra a los apóstoles que no se asustan. Ellos miran fijamente al cielo, mientras Jesús se va. Ahora, «se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: Galileos, ¿qué hacen allí parados, mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto alejarse».
La esperanza de los apóstoles ahora es la esperanza del regreso de Jesús. Pero antes de este regreso, ellos deben cumplir su misión; no pueden quedarse a mirar el cielo, sino que se deben ocupar de la tierra, de la propagación de la fe en Jesús sobre la tierra. La ascensión no es para nosotros la ocasión de una contemplación ociosa. Ciertamente podemos contemplar a Jesús que está en el cielo, pero no podemos contentarnos con tal contemplación. Ella nos debe empujar a nuestra misión sobre la tierra. Nosotros tenemos el deber de preparar el retorno de Jesús. Nosotros lo esperamos. En cada misa, después de la consagración, decimos: «En la espera de tu venida». Debemos esperar al Señor activamente, no pasivamente.
La fiesta de la Ascensión nos da una esperanza muy grande, porque la fuerza que ha hecho subir a Jesús al cielo está a nuestra disposición, como dice la segunda lectura. Pablo ora a Dios para que ilumine los ojos de la mente de los cristianos, para hacerles comprender a cual esperanza son llamados. Es la esperanza de alcanzar a Cristo en el cielo, de tener herencia eterna entre los santos. Es la esperanza fundada sobre la «extraordinaria grandeza de la potencia divina para con nosotros, los que confiamos en él, por la eficacia de su fuerza poderosa que Él manifestó en Cristo, cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo».
Aquí Pablo insiste mucho sobre la potencia divina que se manifiesta en la glorificación de Cristo. Esta glorificación tiene un significado importante para nosotros: Cristo ha sido constituido jefe de la Iglesia, y ha sido constituido con autoridad sobre todas las cosas. De aquí nace una esperanza verdaderamente importante: la esperanza para el cielo, y la esperanza para la misión en la tierra. Que Dios nos llene del Espíritu Santo para que vivamos con esta esperanza activa en espera del retorno de nuestro Señor Jesús.