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DOMINGO X DEL TIEMPO ORDINARIO

“Joven yo te lo mando: levántate” Lc. 7,11-17.

El capítulo 7 del Evangelio de Lucas nos presenta un pasaje muy sugestivo. Se trata del encuentro de dos grupos de personas muy distintas y con fines muy diferentes. Jesús se encuentra con sus discípulos y va de camino hacia una comunidad llamada Naim. Y Justamente también del poblado también otro grupo de personas llevan a un muerto a enterrar. Dos contingentes muy diferentes.

El signo que hoy realiza Jesús es aun más admirable que el del domingo anterior. Allá se trataba de curar a un enfermo, que de alguna manera se convertiría en signo de fe para los mismos conciudadanos de Jesús. Y donde se alababa la fe de un extranjero. Ahora se trata de un joven que Jesús resucita. Lo cual despertará la admiración de los que lo siguen y de los que llevan a enterrar a este joven.

Esto nos recuerda la Palabra de Dios en la primera lectura, donde el profeta Elías se hospeda con una viuda pobre que vive con su hijo. En sus penurias el hijo muere. Ahí el  profeta experimenta también su dolor, se postra delante de Dios y suplica por el niño que ha muerto para que le devuelva la vida. Ora a Dios y de forma prodigiosa el niño ahora vive y es entregado a su madre. La cual reconoce la acción del profeta como acción de Dios y recibe agradecida a su hijo.

 

Para una viuda la vida social era difícil por no tener a su lado al esposo que la defendiera y evitara que se le cometieran muy graves injusticias de las cuales eran objeto. El devolver a su hijo era darle esa seguridad para que no quedara desamparada. Y lo mismo sucederá con el hijo de la viuda de Naim. 

Así Jesús se encuentra con un grupo de personas que proclama la alegría o el júbilo o motivo por el cual celebrar. Al contrario. El cortejo es de tristeza y de dolor. A lo que Jesús se detiene y realiza el signo de resucitar a un joven muerto. Devuelve la seguridad a esa madre sola y desamparada. Le ha devuelto todo, después de haberlo perdido todo con la muerte de su hijo. Con toda seguridad también reconoció el poder de Dios que actuaba en Jesús.

En este acontecimiento que nos narra Lucas, se nos quiere hacer ver la misericordia de Dios que actúa en Cristo, en conexión con la historia de la salvación. Es decir donde Dios siempre ha intervenido para salvar a su pueblo y darle vida. A lo que el hombre tiene que saber reconocer esta acción de Dios como lo reconociera en el Antiguo Testamento. Acontecimientos que la comunidad a la que Jesús habla y dentro de la que actúa es para que sepa que Dios algo le quiere decir, tiene que aprender a encontrar el sentido de sus acciones y sus signos. Por eso reconocer en Jesús la presencia de Dios, los llevara poco a poco a la fe en Cristo.

Aquí nos enternece el corazón de Jesús, que se compadece de los que sufren. En este contingente la iniciativa es de Jesús. Aquí se muestran los buenos sentimientos que Jesús posee, El es el que se ha hecho de verdad semejante a los hombres menos en el pecado. Hizo suyas nuestras debilidades, nuestros sufrimientos. Por eso devuelve la vida.  Aquí resuenan sus palabras ante la desgracia y la muerte: yo te lo mando, levántate. Este encuentro con Jesús produce vida, alegría, fe. El saber que Dios nos encuentra en nuestras necesidades nos lleva a la paz.

Algo para nuestros días. Caminamos siempre en la vida, y en muchas ocasiones caminamos con signos de muerte, nuestros caminos nos siempre son de vida, no siempre son de alegría o de júbilo.  Nuestro caminar muchas veces es triste, aunque vivamos a veces estamos muertos. Pero Jesús se encuentra con nuestro caminar, para sanar nuestra vida, para resucitarnos, para darnos vigor con su Palabra y con su presencia. Para experimentar la presencia salvadora de Dios. Para que desaparezcan los signos de muerte. Siempre lejos de Dios hay muerte, tristeza, desilusión, intranquilidad. No es vida.  Hoy Cristo nos dice también: yo te lo mando, levántate.  Levántate de todo lo que no es  vida. Aliméntate con su presencia.  Levántate, anímate. Confía en Jesús. Deja lo que no da vida.

También el Evangelio de hoy nos invita a que actuemos dentro de nuestra vida cristiana como lo hizo Jesús. Siempre nos encontramos con el dolor. Es decir con personas que sufren, cansadas de luchar, gente solitaria de gente que no ha tenido mucha suerte en la vida, es decir de alguna manera muerta. Nuestro encentro con ellos debe ser salvador. ¿Qué reacción tenemos ante ellos? Los ayudamos, ¿nos preocupamos por ellos? Sea quien sea. El esposo, la esposa, los hijos, un amigo, simplemente nuestros prójimos. ¿Les tenemos amor o ignoramos lo que les pasa? No haremos milagros pero si tenemos una palabra amable, un buen consejo, acompañar a los que sufren, ayudar en lo que podamos, dar algo que nos cueste y mejore la vida de los demás. Ese será el mejor milagro con el que el otro dará gloria a Dios. Que Jesús nos inspire cosas buenas y que las hagamos no solo en beneficio propio sino de los demás.  Que el Espíritu Santo nos ilumine.