ANTECEDENTES DE LA ERECCIÓN
DE LA DIÓCESIS DE ZACATECAS
El hombre no sólo cuenta con una historia sino que es historicidad, es decir, no es suficiente con que tengamos conocimiento de que los actos humanos se pueden narrar en el tiempo, sino que la historia es el lugar donde el existir del hombre se va desarrollando, no en un sendero automático e inconsciente, pues la persona está llamada a tomar su vida en sus manos de modo que, con libertad y responsabilidad, se realice en su existencia e impulse a que el otro también viva humanamente.
Ahora bien, somos testigos de cómo Dios se ha insertado en la historia del hombre mediante la Encarnación de Jesucristo, convirtiéndola en historia de salvación concretizada en cada uno de nosotros y continuada en la Iglesia. Y si la historicidad la predicamos de todo ser humano, desde la perspectiva cristiana adquiere un añadido: no sólo inmerso en ella estamos construyendo nuestra existencia auténtica, sino que ahora es también lugar de encuentro con Aquél que se hace encontradizo, el Señor.
Además, esta realización no se queda en una vida humana feliz, sino que nos conduce a la participación en la vida divina, o sea, la santidad. Es, precisamente, en la historia donde la fraguamos, no únicamente la personal, sino también la santidad del otro siguiendo el camino trazado por Jesús, el Hombre Nuevo.
Explícitamente podemos decir que en Zacatecas desde hace 150 años, Dios ha querido salir al encuentro de los hombres y continuar su obra redentora por el sacramento de la Iglesia, que somos cada uno de los bautizados, de modo que por medio de esta porción de la Iglesia universal se nos sigue llamando a unirnos íntimamente a Dios y a todos los hombres. Por esto adquiere sentido celebrar este año jubilar. Son 150 años de ser sacramento de Cristo e invitación a la santidad en estas tierras.
Situación histórica nacional del nacimiento de la Iglesia zacatecana
El siglo XIX fue un tiempo difícil para todos los habitantes de la nación mexicana, ya que la guerra de independencia no dejó sus estragos únicamente en el periodo oficial en que se desarrolló, sino que las luchas internas que provocó seguían ocasionando en el país caos y división. Aunado a esto, la inseguridad describía todos los caminos del país y la política se encontraba en constante agitación. Con todo, la estabilización era un ideal, pero se desarrolló de modo lento y gradual, topándose con algunas tensiones.
Tras la victoria de la revolución de Ayutla en contra del gobierno de Antonio López de Santa Anna en 1855, el partido liberal eligió al general Juan N. Álvarez como presidente interino, quien después de dos meses renunció a su cargo y nombró como sucesor a Ignacio Comonfort. En este periodo presidencial se aprobaron las siguientes leyes:
- Ley Juárez: mandó que los tribunales eclesiásticos y militares no se involucraran en el ámbito civil, sino que todo caso fuera asumido por jueces ordinarios. Declaró al fuero eclesiástico como renunciable, es decir, que si un clérigo o religioso cometía algún delito podía ser juzgado según el fuero eclesiástico, o sea, de acuerdo al conjunto de leyes y tribunales de la Iglesia, o por el tribunal ordinario según fuera su elección. Esto contradice el Código de Derecho Canónico que establece que el fuero eclesiástico era irrenunciable.
- Ley Lerdo: llamada también «ley de desamortización de fincas rústicas y urbanas propiedad de corporaciones civiles y religiosas» o también «ley de desamortización de bienes de manos muertas». Su primer artículo versaba: «todas las fincas rústicas y urbanas que hoy tienen o administran como propietarias las corporaciones civiles o eclesiásticas de la República, se adjudicarán en propiedad a los que las tienen arrendadas, por el valor correspondiente a la renta que en la actualidad pagan, calculada como rédito al seis por ciento anual». Varios obispos protestaron en contra de la ley Lerdo, acción que tuvo como respuesta el destierro de varios prelados y la ratificación de esta normativa por parte del Congreso.
- Ley Iglesias: conocida como ley de obvenciones parroquiales. Prohibió que la Iglesia cobrara por sus servicios, con esto se buscaba disminuir el poder eclesiástico en materia económica.
Años más tarde, las tres leyes anteriores fueron contenidas en la constitución de 1857, promulgada por el congreso liberal constituyente. Aunque sus primeras palabras eran: «En el nombre de Dios y con la autoridad el pueblo mexicano», no velaba por contenido religioso alguno; además, no se habla propiamente de un congreso representativo, en cuanto que los participantes no eran en realidad representantes del pueblo mexicano, sino miembros del partido liberal, quienes velaban sólo por una minoría. Vale la pena tener en cuenta algunos artículos modificados:
- 3º: estableció la libertad de enseñanza.
- 5º: desautorizó los votos religiosos y condenó la existencia de órdenes religiosas.
- 13º: prohibió el fuero eclesiástico, y el militar quedó reducido a las faltas y delitos contra la disciplina militar.
- 27º: negó la capacidad a las corporaciones civiles y eclesiásticas de poseer bienes raíces, sino sólo aquellos destinados inmediata y directamente al servicio de la institución.
- 123º: estableció que correspondía sólo a los poderes federales ejercer, en materia de culto religioso y disciplina externa, la intervención que designaran las leyes.
El Papa Pío IX condenó lo antirreligioso de la constitución y los prelados mexicanos también se mostraron en desaprobación.
El 1 de diciembre de 1857, Comonfort fue ratificado presidente constitucional. No estaba de acuerdo con el modo en que se promulgó la constitución meses anteriores, por ello con el Plan de Tacubaya, la desconoció, provocando el descontento de los liberales. El ambiente de división fue aprovechado por los conservadores, que dieron un golpe de estado tomando la ciudad de México, y en consecuencia, Comonfort, sin renunciar, abandonó el país.
Félix Zuloaga fue electo como presidente interino por los 27 representantes de los estados, quien al ser de pensamiento conservador, entró en pugna con Benito Juárez, presidente de la Suprema Corte de Justicia que reclamó para sí la presidencia. Esta batalla dio lugar a la Guerra de Reforma o de Tres Años. Zacatecas en el 1858, no se vio exenta de ser escenario de este enfrentamiento, ya que Miramón, general conservador, ocupó esta ciudad, que más tarde perdió al pelear en contra del general Zuazuá. «Allí se inició, sin embargo, la trágica costumbre en esta guerra de fusilar a los prisioneros, a diferencia de lo que había ocurrido con anterioridad, pues la lucha se había sostenido con cierto sentido de caballerosidad» .
Es en esta guerra donde se expiden las llamadas «Leyes de Reforma» que arremeten en contra de la Iglesia, se dieron a conocer precedidas por un manifiesto, firmado por Juárez, Melchor Ocampo y Miguel Lerdo de Tejada, que acusaba al clero de sostener esta guerra. Sin duda, esta imputación fue respondida con una rotunda negativa por parte del episcopado mexicano. A pesar de todo, las Leyes de Reforma fueron sostenidas por el partido liberal, las cuales eran
La nacionalización de todos los bienes, muebles e inmuebles, pertenecientes a la Iglesia, a pretexto de que el clero sostenía a los enemigos de la constitución. La supresión de las órdenes religiosas de varones; y la separación de la Iglesia y el Estado.
- Se declaró al matrimonio como un mero contrato civil, lo cual provocó que el matrimonio eclesiástico dejara de tener valor.
- Se estableció el Registro Civil.
- Se apartó al clero de toda injerencia en la administración de los cementerios.
- Se suprimieron algunas fiestas religiosas y se prohibió que los funcionarios asistieran en cuanto tales a ceremonias religiosas.
- Se implantó la libertad de culto.
Aunado a esto, Melchor Ocampo buscó implantar, por indicación de Juárez, una Iglesia cismática: la «Iglesia mexicana».
El ambiente de pugna entre los partidos liberales y conservadores se extendió y se agravó. A lo largo de la nación se desarrollaban batallas que no dejaban más que crisis en cualquier aspecto. En 1860, el presidente Juárez había recuperado ya la ciudad de México, pero no con ello la paz, ya que se le sumó la intervención extranjera: Francia, España e Inglaterra, reclamaban el saldo de la deuda que México tenía, lo cual provocó una invasión en 1862. Juárez envió al ministro de Relaciones Exteriores, Manuel Doblado a Veracruz con el fin de llegar a un acuerdo, lo cual se logró en el llamado Pacto de la Soledad, el cual fue desconocido después por los franceses, desencadenando batallas en Puebla, el sitio de la ciudad de México por los extranjeros y el peregrinaje de Juárez por el norte del país, apoyado por el gobierno estadounidense.
No nos es ajeno que, como consecuencia de esta victoria, llegó a México Maximiliano de Habsburgo, archiduque de Austria, invitado por los conservadores a ser emperador. Al hacerse cargo del poder, su gabinete fue formado por conservadores, liberales destacados y extranjeros, éstos con amplio poder político. El imperio no tomó el rumbo esperado así que, muchos conservadores prominentes presentaron su renuncia y abandonaron a Maximiliano.
En este periodo, la relación con la Iglesia fue muy grave. En 1864, Maximiliano presentó a Mons. Pedro Francisco Meglia, nuncio apostólico, las siguientes condiciones para poder establecer un concordato entre la Iglesia y México, a saber:
Se estableció la libertad de culto con protección especial al catolicismo.
- Los sacerdotes no cobraría por sus servicios, ni recibirían diezmos ni primicias, sino que el gobierno los sostendría como si fueran empleados suyos.
- Desaparecería el fuero eclesiástico.
- Las rentas provenientes de los bienes de la Iglesia nacionalizados pasarían al gobierno.
- El emperador y sus sucesores tendrían los mismos derechos que habían tenido los Reyes de España sobre la Iglesia.
- No podría haber nuevas novicias en las órdenes religiosas femeninas, mientras el Santo Padre no dijera qué órdenes se restablecerían y cómo actuarían.
- Los demás puntos tocaban muy de cerca las Leyes de reforma.
Claro está que no se llegó a ningún acuerdo, con lo cual el gobierno confirmó la desamortización de los bienes. La protesta de los prelados mexicanos se ignoró.
Sin duda que el ambiente y circunstancias en las que se gestaba la Diócesis de Zacatecas no eran las más adecuadas, sin embargo, fue el momento en el que la Providencia Divina quiso mostrar su cercanía y cuidado. La promesa del Señor «Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20b) dada a los apóstoles y presentada a la comunidad cristiana primitiva, se concretaba una vez más en el corazón de los fieles de esta porción de la viña del Señor, y se actualiza también en nuestro presente que nos invita a ser testigos en un mundo nuevo. Celebrar 150 años, es celebrar el camino de Dios con el hombre y del hombre con Dios.
Bibliografía:
- CARLOS ALVEAR ACEVEDO, Historia de México, Limusa, México, 20042.
- J. IGNACIO DÁVILA GARIBI, Recopilación de datos para la historia del obispado de Zacatecas. Tomo I, Antigua librería Robledo, México, 1949.