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Epifanía del Señor

Domingo 6 de enero de 2013

(Mt 2, 1-12)


“¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”

¿Qué celebramos hoy? 

Hoy es una grandísima fiesta llamada la Epifanía del Señor. Pero ¿Qué es la Epifanía? Epifanía es una palabra que viene del latín epiphanīa, y este del gr. ἐπιφάνεια, manifestación. En este día celebramos, en efecto, la certeza de que el Señor Dios manifiesta su Amor a cada persona, es decir,  se hace ver y conocer a todos y a cada uno los hombres y a las mujeres del mundo entero; se deja acariciar y acaricia en su inocente carne y Persona. Viene a enseñarnos a vivir una vida sobria y religiosa, en el amor, la justicia y la paz, como caminos seguros para llegar a Dios y a los demás.

El pasaje evangélico de este domingo, nos ofrece la bella narración del recorrido de los magos, venidos de lejos, porque quieren  buscar y acoger, amar y adorar al Señor Jesucristo Niño. Su largo viaje, su búsqueda incansable, la conversión del su corazón, son realidades que nos invitan también a nosotros a imitarlos en la búsqueda de Dios.

¿Quiénes son los magos?

Magos: Los visitantes son llamados magoi (en latín, magi, de donde procede el término español); probablemente está usado en sentido amplio. Originalmente, este término designaba a los miembros de la casta sacerdotal ilustrada de los persas; más adelante pasó a significar toda persona dotada de un conocimiento y unos poderes ocultos. También podía referirse a un charlatán. Mateo ciertamente no emplea el término en sentido denigrante. La mención de la «estrella» demuestra que se les llama magoi en virtud de sus conocimientos astrológicos. Nada más se dice de ellos, de Oriente: Se sugiere Mesopotamia, patria de la astrología en el mundo helenístico. El relato refleja la creencia popular de que cada persona está representada por una estrella que aparece en su nacimiento.

Oro, incienso y mirra: Los dones aportados por los magos son un eco del Sal 72,10; Is 60,6. El oro significa que Jesús es Rey, el incienso, que Jesús es Dios y la mirra, que Jesús es hombre.

Herodes no aceptó a Jesús

Pero el rey Herodes, ante la noticia de que había nacido el rey de los judíos, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él: pensó que Jesús era un rival y que lo venía a quitar de su trono, por eso quiso matarlo –como lo dice Mateo enseguida en el versículo 13-.

¿Quién es Herodes? ¿Cuándo y dónde reinó? Y ¿Por qué no aceptó a Jesús?

Una de las escasas noticias cronológicas de Mt sitúa este acontecimiento en tiempos de Herodes el Grande, rey satélite de Judea (37-4 antes de Cristo). Según el cómputo de Dionisio el Exiguo, Herodes el Grande murió cuatro años antes de que naciera Jesús. 

¿Por qué temes, Herodes, al oír que ha nacido el Rey? Él no ha venido para destronarte, sino para vencer al diablo. Pero tú no lo entiendes y por esto te alteras y te llenas de furor.

Si hubiese creído en él, hubiera podido reinar tranquilo aquí en la tierra y para siempre en la otra vida… (De los Sermones de San Quodvuldeo, obispo, Oficio de Lectura, 28 dic., Santos inocentes).

¿Qué significado tiene la adoración de los magos para la Iglesia y para el mundo?

En este episodio no sólo se encuentra el significado y el misterio del amor de Cristo manifestado a los hombres, sino también el de la Iglesia. La página de los Magos es una solemne declaración de misionariedad (la Iglesia es misionera) y de universalismo (no sólo Israel sino todo el mundo).

Este episodio reclama la conclusión del entero Evangelio de Mateo: “Vayan y enseñen a todas las gentes…” (Mt 28,19). Dos páginas misioneras que abren y cierran la historia de Cristo, con una diferencia: en el episodio de los Magos son las gentes las que llegan a Jerusalén; al final del Evangelio es la Iglesia la enviada al mundo, desde Jerusalén. Esta segunda anotación expresa más profundamente la concepción de la misión como servicio, como un salir de sí para ir a la búsqueda de los otros.

Conclusión

Hoy el Padre Dios nos ha dicho, en su Palabra algo muy hermoso: Yo conozco y amo a todos y a cada uno de ustedes; por tal motivo les he dado a mi querido Hijo Jesucristo hecho hombre, manifestado hoy a todas las naciones como mi Mesías, su Mesías Salvador. Acéptenlo, ámenlo, déjense amar por Él, denle también amor en sus prójimos. Sigan el ejemplo de los magos, que lo buscaron con pasión y así lo encontraron y se llenaron de “inmensa alegría” y a cambio de sus dones, les concedió la Vida Eterna, que es Él mismo.

¿Y nosotros…? ¿Cómo nos estamos comportando con relación a Jesús? ¿Cómo es Nuestra vida práctica: llena de indiferencia, como los judíos; llena de sobresaltos, temores y desprecios, como Herodes, o llena de amor y de inmensa alegría, como los adoradores del Evangelio de hoy, los magos? Una vez que Dios nos ha concedido adorar a su Hijo en la Iglesia, ¿Estamos dispuestos a ponernos en camino y darlo a conocer, a manifestarlo a las naciones, con nuestras palabras, pero sobre todo con nuestra propia vida…?

Que la Eucaristía de este Domingo nos ayude a responder estas preguntas con nuestra vida diaria.

 “¡Que te adoren, Señor, todos los pueblos…!”