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HISTORIA VOCACIONAL: José Pedro Rosas

CRISTO NO VALE LA PENA, ¡VALE LA VIDA!

Hola, mi nombre es José Pedro Rosas Maldonado, tengo 18 años de edad y pertenezco a la parroquia Nuestra Señora del Rosario en  Guadalupe, Zac. Actualmente estoy en el Curso Introductorio y les contaré un poco de mi historia vocacional.

Todo empezó cuando tenía 6 años de edad. Mi mamá me llevaba al catecismo y decidí ser monaguillo en mi parroquia, donde me fui enamorando poco a poco de Dios y de la Iglesia. Pero al entrar a la adolescencia, me alejé de este maravilloso camino que había comenzando a seguir y me olvidé de mi llamado. Recuerdo que me enojaba el escuchar a personas que me decían que yo iba a ser sacerdote, pues estaba convencido de que esta vocación no me pertenecía. 

Después de un tiempo, ingresé a un grupo juvenil de la parroquia sin la menor intención de estar cerca de Dios, sino solamente para pasar el tiempo, ya que  no tenía mucho qué hacer. En este grupo conocí a quien fue mi novia por 4 años y medio, pero yo sentía algo en mi interior  que me impulsaba a algo más, pero no sabía qué era ni quería saberlo, puesto que era feliz con la relación que tenía en ese momento y, en realidad, me daba miedo escuchar la voz de Dios en mi corazón, por lo que prefería ocuparme en cosas efímeras. 

Todo transcurría de manera normal hasta que en una Pascua Juvenil me encontré a solas con Dios al entrar en la capilla a hacer un momento de oración, y después de silenciar mi ruido interior y exterior, escuché una voz que encendió en mi corazón la llama que estaba a punto de extinguirse, la de la invitación de Dios a seguirlo en el camino del sacerdocio. Salí de ahí confundido, no sabía qué hacer, pues ya tenía planes para mi futuro: estudiar, casarme con mi novia y formar una familia. 

Pero al terminar la preparatoria decidí hacer un salto de fe y aventurarme a vivir el Preseminario, donde dí lo mejor de mí para discernir la voluntad de Dios en mi vida. Cuando me dijeron que fui aceptado, lo sentí como la confirmación de lo que venía experimentando, que Cristo no vale la pena, ¡vale la vida! Por lo que abandoné los planes que tenía, atreviéndome a buscar mi felicidad en esta extraordinaria aventura con Dios en la vocación sacerdotal.  

Hasta el día de hoy tengo 8 meses en el Seminario y te puede decir que es la mejor experiencia que he tenido en mi vida, me siento pleno, muy feliz y contento, que me es imposible expresártelo con palabras, sólo te puedo decir que para entenderlo tienes que vivirlo. Es por eso que te animo a no tener miedo al que dirán, a que no te preocupes por lo que pasará si sientes el llamado. Te invito a que te atrevas a vivir esta extraordinaria experiencia de amor con Dios en el camino de la vocación sacerdotal y te aseguro que no te arrepentirás.