HOMILíA DEL DOMINGO XXXII
En este domingo la liturgia nos indica dos modelos de fe y de generosidad, representados por las dos viudas. Podemos llamar al domingo de hoy el “domingo de las viudas”.
La primera lectura nos narra que el profeta Elías llega a Sarepta, en el desierto, porque no tiene nada para comer y para beber. Cuando entra por la puerta de la ciudad ve a una mujer viuda que recoge leña. Le pide un poco de agua y, animado de su disponibilidad le pide también un pedazo de pan. La viuda le responde: “no tengo nada de pan cocido, sólo tengo un poco de harina en la tinaja y un poco de aceite en el sartén. Estoy recogiendo dos palos, entraré y lo prepararé para mí y para mi hijo, lo comeremos y moriremos”. Elías le dice: “No temas. Entra y haz como has dicho, pero primero haz una torta pequeña para mí y tráemela, y luego la harás para ti y para tu hijo, porque dice el Señor: la harina de la tinaja no se acabará y el sartén del aceite no se agotará, hasta que el Señor haga llover sobre la tierra”.
Como podemos observar, a la viuda se le pide un gran acto de fe y una gran generosidad. Ella escucha la palabra de Elías, que para ella es un desconocido. Esta mujer está llamada a tener fe en su palabra y emplear lo poco que tiene a favor del profeta, con el riesgo de quedarse sin nada para ella y para su hijo. Pero ella demuestra tener fe y tener generosidad al preparar primero el pan para el profeta. Así, esta viuda es para nosotros un gran ejemplo de fe y de generosidad. ¿Quién de nosotros, en su lugar, habría hecho lo mismo? Este acto de fe y esta generosidad son recompensados, pues el relato concluye: “no se acabó la harina en la tinaja ni se agotó el aceite en el sartén, según la palabra del Señor.
El evangelio nos presenta a otra viuda muy generosa. Jesús, estando en el templo, observa como la gente deposita sus monedas. Los ricos dan mucho. Llega una viuda que sólo echa dos moneditas. Tal vez se avergüenza de ofrecer tan poco. En todo caso la gente no pone atención a esta mujer. Jesús, en cambio, la observa, llama a sus discípulos, y les dice: “en verdad les digo que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir”.
Estas palabras de Jesús son de gran consolación para quien se encuentra en una situación de pobreza. Los pobres pueden reconocer que Dios no nos juzga en base al cantidad de cosas que le ofrecemos, sino en base a la generosidad del corazón. El corazón de esta viuda ha sido muy generoso: ella ha dado todo cuanto tenía para vivir. Jesús entonces muestra una gran estima por su fe y generosidad. También esta viuda se convierte para nosotros en un bello ejemplo de fe y generosidad que debemos imitar. Seamos generosos de corazón y tengamos la firme confianza de que Dios siempre recompensa nuestra generosidad.