«Rabbí, ¿dónde vives?… vengan y lo verán»
El evangelio de este domingo nos habla del primer encuentro de dos discípulos de Juan Bautista con Jesús. Ellos son invitados a vivir, a permanecer con Él. Juan Bautista presenta por segunda vez a Jesús como el Cordero de Dios. Los dos discípulos del Bautista se sienten atraídos por Él, lo siguen, y Jesús se voltea y les pregunta: ¿Qué buscan? Ellos responden: “Rabbí, ¿dónde vives?”. Jesús invita a los dos discípulos: “vengan y lo verán”. Ellos van y ven donde vive Jesús, y aquel día estuvieron con él. Aquí podemos notar que el Evangelio es muy discreto, no da mucha información, no dice donde vive Jesús -en una casa, o en una tienda-, solamente dice: “ellos fueron y vieron donde vivía y aquel día se quedaron con Él”. Así el evangelista expresa el tema de un encuentro con el Señor que continua en el tiempo.
Todos nosotros debemos tener el deseo de saber dónde vive Jesús y permanecer con Él. La vida cristiana consiste en un deseo continuo de vivir cerca de Él, y en una búsqueda continua del lugar donde Él habita. El Evangelio de Juan nos dará pues las precisiones en relación a esto. Dirá que Jesús vive en el Padre, y el Padre vive en Él (Jn 14,10-11). Jesús vive en la voluntad del Padre, busca de hacer siempre la voluntad del Padre. Entre Jesús y el Padre hay una unión vital y una vivir recíproco. Toda la vida de Jesús se desarrolla en este morada divina.
Jesús pues invitará a sus discípulos a morar en Él, diciendo: “Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él” (Jn 6,56). Nuestra participación en la Eucaristía debe ser este encuentro profundo, íntimo con el Señor, que es un permanecer recíproco entre nosotros y Él. Nosotros formamos parte de la vid, que es Jesús (Jn 15,1.5). Él es la vid, y nosotros los sarmientos; nosotros permanecemos en Él, y su vida permanece en nosotros. En cada momento de la vida debemos preguntarnos dónde reside Jesús, dónde podemos encontrarlo. Y la respuesta es: en la voluntad del Padre. Encontramos a Jesús, si hacemos la voluntad del Padre.
Jesús vive en el amor. Si vivimos en el amor -amor a Dios y amor al prójimo-, permanecemos en Él y Él vive en nosotros. Hay tantos modos posibles de vivir en el amor; en cada circunstancia hay un modo diverso; pero la cosa esencial es conservar esta relación de intimidad con Jesús, este vivir recíproco entre nosotros y Él.
La oración nos ayuda mucho a vivir esta relación recíproca con Jesús, pero no basta: toda nuestra vida debe ser una unión íntima con Él. Que nuestro Padre nos conceda siempre el Espíritu Santo para que podamos permanecer unidos a su Hijo Jesús.