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IV DOMINGO DE ADVIENTO

«María se puso en camino y se fue con prontitud…»

En este tiempo de Adviento la liturgia nos ha presentado diversos personajes, que nos han tomado de la mano para acompañarnos en este caminar: los profetas del Antiguo Testamento, Juan el Bautista, el más grande de los profetas;  y de un modo muy especial la Virgen María. El día de hoy María, nuestra Madre, nos recuerda que prepararnos para la Navidad implica necesariamente el servicio a los demás.

El Evangelio nos ubica en los acontecimientos posteriores a la Anunciación, María ha quedado invadida por el poder del Espíritu Santo, movida por esta fuerza se pone en camino para ayudar a Isabel, quien se encontraba en el sexto mes de embarazo, precisamente en espera de quien sería el precursor de Jesús: Juan el bautista. El evangelio dice que María «se fue con prontitud», es la actitud de quien se sabe elegida por Dios, pero llamada al servicio, y no podía ser de otro modo, pues en su seno se comienza a formar Aquel que no vino a ser servido, sino a servir.

El encuentro entre estas dos mujeres, María e Isabel, es una verdadera fiesta del Espíritu, pues de labios de Isabel, llena del Espíritu Santo, brota la más bella alabanza dirigida a María: «Bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno», la cual se ha quedado entre nosotros, como parte de nuestra alabanza a María. Una oración, que nunca debemos dejar de recitar. Pero a demás, la Virgen es proclamada bienaventurada por haber creído en las Palabras del Señor. Precisamente en esto radica la grandeza de María, en su fe, en su confianza en Dios, en su apertura de corazón para cumplir la voluntad de Dios, a pesar de no comprender del todo lo que Dios le estaba pidiendo, a pesar de que, aceptando el mensaje del Ángel, se encontraba en una situación realmente adversa según las leyes y costumbres del pueblo de Israel.

Aquí inicia para María un verdadero camino de fe, que culminará al pie de la Cruz de Jesús, cuando con su corazón traspasado deberá aceptar que esa muerte, aparentemente absurda, es el camino hacia la salvación de todos los hombres. Aquí se inicia para María el seguimiento de Jesús, lo lleva en su vientre y ya está viviendo como la más perfecta discípula, y así seguirá, en el templo cuando lo encuentre entre los doctores de la ley, en Galilea y Jerusalén cuando lo acusen de loco y endemoniado, en el calvario al pie de la Cruz,  y después de la Resurrección, con los doce a la espera del Espíritu Santo; en fin, contemplar hoy a María en actitud  de servicio nos hace comprender que se trata del inicio de una vida entera vivida según la voluntad de Dios.

Invoquemos a María con mucha fe, pidámosle que nos ayude a seguir preparándonos para recibir a Jesús en nuestro corazón, pero sobre todo, que nos ayude a vivir cumpliendo en todo momento la voluntad de Dios, recorriendo nuestro propio camino de fe.