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La audacia que se perdió

Aproximadamente en el siglo tercero, los cristianos supieron inculturar con audacia el mensaje del Evangelio en una cultura que les era totalmente adversa. En medio de una sociedad eminentemente politeísta, como era la sociedad romana, los cristianos  reinterpretaron la historia a la luz de la fe en Cristo. Los romanos festejaban la fiesta del sol naciente en el solsticio de invierno, una fiesta que surgió ante la maravilla que significaba observar el sol, un astro verdaderamente sorprendente, que se renovaba cada año. Pues bien, los cristianos observaron esa fiesta pagana y la reinterpretaron a la luz de la verdad del Evangelio. 

Con gran audacia los cristianos comenzaron a celebrar el nacimiento de Cristo en esa misma fecha, no es que hayan inventado la fecha del nacimiento del Salvador, la cuestión es mucho más profunda que una fecha u otra, se trataba de enviar un mensaje fuerte y claro: Se trató de una intuición maravillosa, Cristo es presentado como un sol, pero no un sol cualquiera, que año con año se renueva; sino como El Sol, el único Dios verdadero hecho hombre para iluminar nuestra indigencia con su luz resplandeciente. Verdaderamente los creyentes de entonces cristianizaron una fiesta pagana.

Hoy somos testigos de cómo cada día nuestra fiesta cristiana, la Navidad, se va paganizando, tal parece que los cristianos hemos perdido la audacia de anunciar al mundo la alegría de la fe, la presencia de Dios Encarnado entre nosotros, nos ha resultado más fácil a los cristianos paganizar nuestra fe, disfrazarla de un pseudo-espíritu navideño, que promueve la búsqueda de felicidad en las luces, los colores, los sabores y todo lo que los grandes centros comerciales ponen a nuestro alcance. Es cierto que se promueven grandes valores como la unión familiar, el compartir, el perdonar, etc., pero todo eso sin mencionar que es Cristo con su luz, quien ha iluminado nuestra realidad dando un sentido pleno a esos y muchos otros valores. Los cristianos de hoy hemos perdido la audacia de inculturar el Evangelio y nos hemos conformado con mediocremente vivirlo en medio de una cultura, que nos es cada día más adversa.