La fe, esperanza y caridad, virtudes teologales, regalos que Dios nos da a cada uno de los bautizados. Esta triada es el eje de la existencia cristiana. Es decir, todo cristiano está llamado hacer de su vida una existencia llena de fe, con profunda esperanza en Cristo que se refleja en el amor a todos los que nos rodean.
De manera especial, por estar en este Año de la Fe, reflexionaremos sobre esta virtud, la cual se tiene que hacer vida en esta Semana Santa, para esto vamos a ver los principales acontecimientos de dicha Semana.
En el Domingo de Ramos, encontramos un Jesús triunfante, al cual todas las personas le gritan ¡Vivas!, de alguna manera lo aceptan como rey, pero eso fue hace más de dos mil años, hoy la pregunta se dirige a cada uno de nosotros. ¿En mi vida cristiana como padre, madre, hijo (a) he dejado que Cristo reine en mi vida?
Es decir, realmente tengo mi fe puesta en Cristo, como único rey de mi vida. Si esto es así, entonces tengo que renunciar al reino del pecado, que existe en mi persona, para darle vida al reino del amor y del perdón, que nos ha traído Jesús. Debo pasar del odio a la reconciliación, de la ira a la tranquilidad y de la violencia a la paz.
En el Jueves Santo, vemos a un Jesús que nos regala tres grandes dones: la Eucaristía, el Sacerdocio Ministerial y la Caridad. Recordemos tener fe en la Eucaristía implica amarla con todo el corazón, es el mismo Cristo que está presente con su cuerpo, alma y divinidad; tratar de alimentarnos de ella todos los domingos, es decir, hacer todo lo posible para que ningún domingo nos quedemos sin el pan de los ángeles.
El Sacerdote Ministerial, es el servidor de Cristo, por lo cual merece nuestro respeto, nuestra fe está puesta en Cristo que actúa a través de las personas humanas. Tener fe en el Sacerdocio implica ayudarlos en todos los sentidos, sobre todo con nuestra oración, porque ellos son seres humanos y necesitan de nuestra ayuda.
La caridad, es la característica más importante del cristiano. La cual recobra vida en el servicio, Jesús es el primero que nos pone el ejemplo, el Servidor se hace servicio de todos. Creer en Jesús implicar amarlo a él y a nuestros semejantes y ¿de qué manera?, nada más y nada menos que sirviendo a mi hermano.
El Viernes Santo, encontramos a un Jesús sufriente por amor, que en sí Dios su Padre no quería el sufrimiento de su Hijo, sin embargo, fue la mayor muestra de amor para todos los hombres. Tener fe en Jesús, también implica llevar nuestra cruz, quizás no es de madera, pero sí es de cada sacrificio que nos presenta nuestra vida ordinaria: levantarme temprano, preparar los alimentos, ir a trabajar, aceptar las enfermedades…En pocas palabras creer en Jesús nos lleva al Calvario.
Sábado Santo. Gracias a Dios, el Calvario no fue lo definitivo, la consecuencia de todo esto, fue la resurrección, que es el dogma fundamental de nuestra fe cristiana, tener fe en la resurrección de Cristo, quiere decir que: ¡Cristo Vive! ¡Cristo no está muerto! ¡Él camina junto con nosotros! Ésta es la gran alegría del cristiano.
Cristo es la luz del mundo, que disipa toda oscuridad, destruye todas las tinieblas, aleja toda incertidumbre. Es la luz que ilumina a todo el ser humano, a toda la Iglesia, a todo el mundo.
Cristo es el agua, que nos purifica, es decir, destruye todo pecado que se atraviesa, aleja toda enemistad, aparta toda la hostilidad que dejó el maligno.
Alegrémonos por todo esto, esta es la fe de todos nosotros. En este año tan especial, convocado por el papa emérito Benedicto XVI, démosle gracias a Dios por este don tan grande y pidámosle que nos lo aumente, porque sin la fe se destruye el edificio de nuestra vida cristiana. Ojalá que nunca se nos olvide, nuestra fe debe de estar fundamentada sólo en Cristo que es la piedra angular, sólo Él que es el Camino, la Verdad y la Vida (cfr. Jn 14, 6). El único que no nos puede engañar. Esto es la fe hecha vida en la Semana Santa.