La fe y la conmemoración de los fieles difuntos
Una de las fiestas más populares que nuestro pueblo celebra es, precisamente, la memoria de todos nuestros fieles difuntos. La inmensa mayoría de nosotros vamos todos los años el 2 de noviembre a visitar a nuestro seres queridos que se nos han adelantados. Hay lugares en nuestro país que les llevan flores y hasta la comida preferida de ese ser querido. Sin duda alguna, es tiempo para hacer oración por ellos y recordarlos de un modo especial.
Al entrar al cementerio, seguramente, miramos en algunas tumbas las letras RIP que vienen del latín Requiescat in pace (descanse en paz). Dicha sigla se puede interpretar desde dos ángulos opuestos:
- Para los que no creen, podría parecer una frase hueca, en donde se expresa que el difunto quedará para siempre en ese lugar como última morada.
- Para nosotros que creemos, nos fortalece la fe, y nos reafirma la esperanza de que Cristo resucitado resucitará también a todos los hombres.
Es muy importante aclarar ciertas doctrinas equivocadas que están ocupando mucho campo en nuestros católicos, creyendo que forma parte de nuestra fe. Una de ellas es la idea de creer en la así llamada santa muerte. Sabemos que Cristo ha vencido a la muerte, que era considerada como fruto del pecado. Este triunfo de Cristo sobre la muerte nos lo narran los cuatro evangelistas (Marcos, Mateo, Lucas y Juan), poniéndola como tema centra central de nuestra fe. De esta manera, creemos que la muerte solo es un paso, una unión con Cristo muerto y resucitado. Así como Cristo resucitó, nosotros también resucitaremos. Nos los dice San Pablo: (Rom 6, 3-11) “Por el bautismo fuimos sepultado con él (Cristo) en la muerte, para que así como cristo resucitó de la muerte por la acción gloriosa del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva…”. De esta manera, la muerte ya no pertenece a nosotros como fin último, sino que nuestra esperanza está en la resurrección. Es por esta razón que la “veneración a la muerte” no es parte de nuestras creencias. Ella no existe en sí misma. Nuestra fe ha de ser en Cristo resucitado.
Otras de las ideologías erróneas que circundan en muchos de nuestros jóvenes es la reencarnación. Al respecto nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica n. 1013: La muerte es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último destino. Cuando h
a tenido fin «el único curso de nuestra vida terrena» (LG 48), ya no volveremos a otras vidas terrenas. «Está establecido que los hombres mueran una sola vez» (Hb 9, 27). No hay «reencarnación» después de la muerte.
Los invito a vivir estas festividades con un espíritu de fe y esperanza en el Señor. Sigamos haciendo oración por nuestros seres queridos. Esto es una piedad que desde muy antiguo se nos ha trasmitido. Ya desde antes de Cristo, nos dice el libro sagrado de la Biblia: Santo y saludable es el pensamiento de orar por los difuntos para que queden libres de sus pecado.” (II Mac. 12, 46). Recordemos que nosotros, aún peregrinos por este mundo, debemos estar en continua comunión con toda la Iglesia (Iglesia triunfante: los santos y la Iglesia purgante: los que aún están en el purgatorio purificando sus faltas para entrar en el reino de Dios).
Que nuestra vida sea llena de fe en Jesús resucitado para que unida lleguemos todos juntos a gozar de la presencia Dios en su reino.
¡Que el alma de nuestros fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Así sea!