La Navidad y la Fe
Un canto para las tradicionales posaditas de los niños del catecismo que estuvo de moda hace algunos años y creo que aunque se continúa empleando, dice así:
“El mes de diciembre trae felicidad
es mes de posadas y de navidad,
mes en que da gracias cada uno en su hogar
por el año viejo que va terminar”.
En este canto, a vuelo de águila, podemos contemplar todo lo que abarca y celebra el último mes del año. Se nos anuncia, se nos invita a vivir y compartir la dicha y la alegría que a raudales porta consigo. La esperanza vuelve a renovarse, la liberación vuelve a anunciarse. En medio de las tinieblas y del silencio una brillante luz apareció, una palabra de vida se escuchó. La fiesta de la Navidad, unida a la gran Fiesta de la Pascual, ocupa en lugar central de la Fe de los cristianos.
¿Por qué la felicidad, por qué la alegría? No únicamente por las luces centellantes que inundan los pueblos y las ciudades o porque nos hipnotizan los escaparates de la tiendas repletos de objetos agradables a la vista y al paladar o por el bullicio ajetreado de tantos hombres y mujeres adquiriendo innumerables productos, atractivos y seductores, pero inútiles y fantasiosos. Aunque careciéramos de estos productos y de estas ofertas sospechosas, la alegría y la felicidad permanecen en pie. La Navidad tiene su embelesamiento y su propia fuerza cautivadora, porque especialmente es una fiesta del corazón y no únicamente de los sentidos.
Día a día tocando las puertas de las viviendas de la aldea pedía limosna un pordiosero. Una mañana antes sus ojos aparece de pronto la carroza real y su sorpresa aumenta cuando ésta se detiene frente a él. ¡Qué suerte tan inesperada! El rey lujosamente ataviado se dirige precisamente a él. Su imaginación entra en juego. En este encuentro, atisba que su vida de carencias y de miserias va a terminar. Confía recibir una valiosa ayuda o una recomendación membreteada; pero le sucede algo inaudito, el rey alarga su mano y le dice ¿tienes algo que ofrecerme? ¿Tú, rey poderoso vienes a pedirme a mi? ¡Qué vuelcos tiene la vida! – No hallaba qué hacer, qué ofrecerle – Metió la mano en su morral y hurgó ¿qué le doy , qué le doy? Sacó un granito de trigo y se lo entregó. Al llegar a su jacal y examinar la limosna recogida, encontró en el puñado de trigo donado, un granito de oro y lloró amargamente por no haberle dado todo el trigo.
En esta Navidad, el Señor viene y nos pide que de todo lo que hemos levantado o coleccionado en el transcurso de nuestra vida, le demos algo, no solamente los bienes, sino el corazón que tanto se aferra a ellos. Al darle el corazón el nos entregará el misterio, la esencia y la verdad de la cosas y de la existencia.
¿Será nuestra Fe como una perla auténtica perdida entre otras muchas de fantasía y de oropel? El verdadero sentido de la Navidad, el que enfoca la dirección de nuestras vidas y las penetra con su luz ¡qué paradoja! Está al alcance de nuestras manos. Está en la posada del novenario de navidad que celebramos en el Templo o en la familia. ¿El Niño asiste a las posadas por el interés del bolo o algo más importante le atrae, le llama? La Fe no es espectáculo, la Fe es experiencia, es luz, es alegría y en los niños que asisten a las posadas esto es lo que aflora, esto es lo que manifiesta.
Que este año 2012 celebremos las fiestas navideñas con júbilo y en la sorpresa de los regalos, en las reuniones y convivencias con los familiares, amigos y compañeros, seamos abstraídos por su Misterio, por su magia, por su centro, aquí encontraremos el gran espacio de la Fe. Abramos al sublime misterio de la Navidad, el Rey de los cielos viene a mi vida. El novenario de posadas, el nacimiento, el acostamiento del Niño Dios con sus villancicos hay arrullos nos ofrecen la dicha y la felicidad. Sintámonos bien recibidos y amados como pequeños niños. Acojamos la Buena Nueva, la gran Noticia que nos trae la Navidad. El Hijo de Dios, el Emmanuel viene a habitar en nuestro corazón.
Activa el regalo de tu Fe, desempólvala. Deja que la ilumine el recién nacido, el Salvador. Como los pastores tienes un lugar en el portal de Belén, acércate a el y ofrécele lo que tienes, date a ti mismo, que es el mejor regalo que puedes ofrecerle. Dios en esta Navidad envía de visita a su Hijo. Si lo recibimos, nuestra Fe, como una lámpara, estará expandiendo una admirable y extensa luz.
Pbro. José Fernández Ávalos. Seminario Menor. Navidad 2012.