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LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

Tú eres, Señor, la luz que alumbra a las naciones y la gloria de tu pueblo, Israel

Cuarenta días después de haber celebrado el nacimiento de Jesús, la Iglesia nos invita a celebrar con gozo y alegría la fiesta de la Presentación del Señor, la fiesta de la luz, de Cristo, que una vez más se manifiesta como salvador de Israel y de todos los que creemos en él, nuevo pueblo de Dios por la gracia del Espíritu Santo.

La fiesta de hoy, engrandecida por la alegría del domingo, está marcada por el ofrecimiento y la luz; entre nosotros conocemos mejor esta celebración como el “día de la Candelaria”, es decir, el día de las candelas, de las velas, que efectivamente hemos bendecido al iniciar esta celebración. Jesús es presentado a Dios para ser consumado en la flama del amor, para ser luz en su sacrificio. Las velas que traemos son un bello símbolo de este ofrecimiento. La cera, está, por decirlo así, toda disponible  a la flama, se consume por la flama y así  difunde la luz. En este sentido la vida de Jesús es  luz, él está disponible al fuego del amor, que viene del Padre, el amor del Espíritu Santo.

Jesús se ofrece a este fuego para que nosotros seamos purificados y transformados, sólo así seremos también nosotros ofrenda agradable al Padre. Cada instante de la vida de Jesús es ofrecida para generar luz, pero sin duda que el momento culmen de gloria, en el que Jesús es verdaderamente luz del mundo es el sacrificio de la cruz, ésta es como el candelabro, que permite que la luz alumbre toda la casa, la  cruz es la prueba máxima del amor del Padre, que se dona en Jesús, desde la cruz se irradia una luz inagotable, capaz de iluminar a todos los hombres.

En este sentido esta fiesta es como un anticipo del misterio pascual de Cristo, la procesión con la que iniciamos la santa Misa, anticipa a su vez la solemne procesión de la Vigilia Pascual, las palabras de Simeón anuncian  la misión de Cristo y su destino de cruz, las palabras a María, le anticipan los momentos de dolor junto a su Hijo en el calvario.

Esta fiesta nos pone ya en marcha, nos invita a salir al encuentro del Señor como Simeón y Ana, nos recuerda que también nosotros estamos llamados a ser luz y oferta. Jesús mismo nos dice: «Ustedes son la luz del mundo» y san Pablo nos recuerda que somos hijos de la luz y que estamos llamados a ofrecernos al Padre, es decir, que debemos ser cera blanda, dispuesta a consumirse por el fuego del Espíritu e irradiar luz en medio de tanta oscuridad. Hoy más que nunca estamos llamados a ser luz, pues a nuestro alrededor se esparcen tinieblas y sombras de muerte, signos de desesperanza parecen invitarnos a desanimarnos también nosotros; pero no debemos tener miedo, Cristo ha vencido a la muerte, ha disipado las tinieblas devolviéndonos la dignidad de hijos de Dios, admirable vocación, que da sentido y respuesta a nuestra vida.