«Su padre y su madre estaban maravillados por todo lo que se decía del niño»
En este domingo dentro de la octava de navidad estamos celebrando la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret, es decir, a Jesús, José y María. Los evangelios de Mateo y Lucas nos relatan de modo muy especial como fue la infancia de Jesús en el seno familiar. Hoy la liturgia de la palabra nos presente el evangelio según san Lucas donde se nos narra que José y María siendo fieles a la tradición del A.T. llevan a su hijo al templo para consagrarlo a Dios. Allí se encuentran con dos personas, una de ellas es Simeón un hombre justo, lleno del Espíritu Santo, que esperaba el día en que Dios atendiera a Israel. Y Ana, una mujer que no se apartaba del templo, sirviendo día y noche al Señor con ayunos y oraciones.
Por una parte, Simeón tomó al niño en sus brazos y bendijo a Dios. Por otra parte, Ana comenzó a alabar a Dios hablando del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén. Es importante notar que los padres estaban maravillados por todo lo que se decía del niño. El maravillarse puede tener como consecuencias el temor y la alegría. Creo que en este caso se juntan las dos cosas. Pues el escuchar todo lo que se dice Jesús causa sin duda cierto temor, pues no conocen realmente que va a suceder con él, saben que algo grande le espera, pero no tienen la certeza total. Y por otra parte, esto causa alegría, pues la forma en que se expresan de él, suscita en sus padres un gran gozo.
En el hogar de Nazaret como en toda familia hubo momentos de temor, de incertidumbre, es decir, no se vieron excentos de problemas o dificultades. Sin embargo, con sabiduría supieron afrontar y superar los problemas que se les presentaron. También hoy, muchas familias pasan por momentos límite, dramáticos, muy difíciles y tristes, por ejemplo, la separación de los esposos, la violencia física y psicológica, la enfermedad, etc. Por tanto, es necesario pedir a Dios nuestro Padre nos conceda la sabiduría necesaria para poder encontrar el camino y las soluciones convenientes para poder hacer frente a los situaciones difíciles que la vida nos presenta.
María y José, tuvieron también esos momentos de alegría, pues la gracia de Dios les acompañaba en todo tiempo y lugar. Ellos confiaron en la misericordia del Padre, se abandonaron a la voluntad divina. Tanto José como María escucharon la voz de Dios y aceptaron el plan que les tenía reservado. También hoy nosotros, necesitamos escuchar la voz de Dios, para descubrir su voluntad, aceptar sus designios y cumplirlos. De esa manera seremos dichosos, pues el amor de Dios nunca falta a quienes cumplen su voluntad. Y bien sabemos que la voluntad de Dios en una familia es que siempre reine el respeto y la fraternidad.
Que Dios nuestro Padre, por intercesión de José y María nos conceda su sabiduría y su gracia, para que vivamos a ejemplo de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor. Feliz Navidad!!!