- EN EL LIBRO JESUCRISTO SALVACIÓN PARA TODOS
- DEL PADRE LUIS FRANCISCO LADARIA.
El Arzobispo Luis Francisco Ladaria es un sacerdote español, jesuita, por muchos años maestro de la Pontifica Universidad Gregoriana en Roma, actualmente secretario general de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la fe.
1) Introducción
El mismo título de esta pequeña, pero densa obra, nos da ya una clave de interpretación: la columna vertebral, que da unidad al libro, y desde la que se aborda el misterio de Jesucristo, es la salvación, una salvación, que es don de Dios, por tanto gratuita y universal; la humanidad de Jesucristo, aparece de esta forma siempre en clave soteriológica.
La resurrección y glorificación de Jesucristo significan la perfección de su naturaleza humana, y nuestra salvación y plenitud se dan en la participación de esta gloria «la que posee en la humanidad que ha asumido en su encarnación y de la cual no se ha desprendido ni nunca se desprenderá. Para toda la eternidad el Hijo existe como Dios y hombre, como Hijo eterno del Padre y como cabeza de la humanidad.»
La clave de la salvación, una salvación que se extiende a todos los hombres, radica precisamente en su Encarnación, en el hecho de haber asumido la naturaleza humana, pues sólo así se ha convertido en el único que puede llevar a los hombres al Padre . Esta capacidad salvadora le imprime a su humanidad una singularidad especial, y más que especial, única e irrepetible y de este misterio de la Encarnación deriva el hecho de que sólo a la luz del misterio de Cristo podemos entender nuestra salvación, sólo en el misterio del Verbo encarnado podemos desvelar el misterio del hombre, sólo con Cristo y en Cristo podemos entender el hecho mismo de la creación del mundo y de nuestra propia creación a imagen y semejanza de Dios y en fin sólo Cristo da luz y sentido a toda la historia humana y a la historia personal de cada hombre.
El P. Ladaria expone una serie de temas donde va poniendo de relieve desde distintos aspectos la Encarnación del Verbo, sus consecuencias y alcances para nuestra humanidad redimida. Estos temas, sobre la Encarnación, incluyen necesariamente el tema particular de la humanidad de Jesucristo, me parece que en dos momentos fundamentales: 1) en la afirmación tomada de GS 22 sobre Jesucristo como el perfecto hombre y el hombre perfecto; 2) y al abordar el tema de nuestra salvación como consecuencia de la perfección de Cristo.
2) Cristo “perfecto hombre” y “hombre perfecto”
A.La humanidad de Jesucristo: una humanidad sin pecado
«…en la aproximación al misterio de la humanidad de Cristo, el punto inmediato de referencia es nuestra concreta condición» .
Esta afirmación del P. Ladaria me parece importante, pues en esta primera parte la humanidad de Jesucristo aparece resaltada en relación con la nuestra, el misterio de la Encarnación no se refiere al sólo hecho de que el Verbo haya asumido una naturaleza humana, así en abstracto, sino que en la Encarnación Cristo ha asumido nuestra situación real, de la que nos salva también de una forma real y concreta llevando sobre sí nuestros pecados, Él que no conoció el pecado.
Esta afirmación desde luego tiene como base la formulación de Calcedonia sobre la humanidad de Jesucristo (DH 301). Jesucristo es “perfecto en la divinidad y perfecto en la humanidad”, es decir, no es perfecto sólo por haber asumido una naturaleza humana, sino que esta consustancialidad con nosotros conlleva todo lo que significa ser hombre, a excepción del pecado, claro, como afirmó Calcedonia en referencia a Hebreos 4, 15. El P. Ladaria hace una lectura del dogma cristológico partiendo de Calcedonia, pero en relación estrecha con los otros concilios que completaron la reflexión sobre el dogma cristológico (II y III de Constantinopla).
La humanidad de Cristo es una humanidad sin pecado, por tanto es una humanidad perfecta, completa, pero no sólo eso, sino que de esta forma Cristo es prototipo de la humanidad que Él ha salvado y redimido, es decir, que el destino del hombre es llegar a ser como Cristo. La ausencia del pecado en Cristo y no sólo la ausencia, sino que de hecho Cristo no podía pecar, no significa una carencia, pues el pecado en el hombre no es parte de su naturaleza, al contrario es una limitación de su naturaleza, que no estaba en el plan original de Dios, de tal manera que esta característica hace de la humanidad de Jesucristo una humanidad singular, distinta de la nuestra.
De manera que nuestra condición humana es el punto de partida para comprender la Encarnación del Verbo, es como un camino de Adán a Cristo, que ha asumido nuestra naturaleza, pero esto no es lo más importante, sino ahora Cristo es el modelo según el cual el hombre debe configurarse, es ahora el camino inverso, de Cristo hacia Adán, podemos decir que cuando Dios modelaba al primer Adán, ya tenía en su mente al segundo: Cristo . Pero este camino no es sólo en continuidad, sino también, y sobre todo de ruptura, pues de frente a la desobediencia de Adán aparece la plena obediencia de Cristo.
«Si la unión hipostática es la mayor unión que puede absolutamente existir entre Dios y el hombre, en Jesús y no en otro lugar se ha de buscar la perfección de la humanidad, no a pesar, sino en virtud de su divinidad» .En esta afirmación el P. Ladaria no hace otra cosa que comentar, casi parafrasear, al P. Rahner.
B.La humanidad de Jesucristo: modelo y meta de nuestra humanidad
Aquí nos centramos en la segunda parte de esta exposición, Cristo no sólo es perfecto hombre, sino que es el hombre perfecto. De esta manera GS 22 afirma contundentemente: «Cristo, el último Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre, y le descubre la grandeza de su vocación…el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado».
Cristo es el modelo y la meta de nuestra humanidad, pero esto no como un añadido a la persona de Cristo después de su glorificación, como si fuera un premio del Padre por su obediencia, porque desde el principio Él es el modelo a cuya imagen el hombre fue creado, por eso llegar a ser como Cristo es la clave de nuestra vocación. De esta manera se entiende, aún más, que la naturaleza humana al ser asumida por el Verbo, fue elevada también de alguna forma y esta elevación alcanza “de algún modo” (GS 22) a todo hombre, todos hemos sido elevados en Cristo, nuestra naturaleza unida a la de Cristo ha sido elevada juntamente con Él, pero esta plena identificación de nuestra humanidad con la perfecta humanidad de Cristo no estará plenamente completa sino hasta que lleguemos al encuentro final con el Padre, es decir, considero que es absolutamente necesario dejar claro que nuestra meta es Cristo, que nuestra naturaleza unida a la de Él ha sido elevada, que sólo a la luz del misterio de Cristo podemos descubrir plenamente y entender lo que es el hombre, pero no debemos olvidar que estas realidades llegaran a su plena realización no en este mundo, sino en el encuentro pleno y definitivo que tendremos con el Padre, cuando contemplemos su gloria y no deseemos ya nada más, pues lo poseeremos a Él.
Sin duda esta realidad escatológica debe estar presente en la historia de salvación humana y concreta de cada hombre, es el “ya, pero todavía no” que tanto han explicado en la escatología, no como un consuelo alentador, sino todo lo contrario, puesto que al ser conscientes de nuestra vocación última debemos esforzarnos por ser plenamente hombres, con todo lo que esto significa y así acercarnos lo más posible a nuestro modelo, debemos transformar nuestra sociedad recuperando y respetando la dignidad de cada hombre, por el sólo hecho de ser hombre creado a imagen y semejanza del Creador, respetando sus derechos y elevando en la medida de nuestras posibilidades su naturaleza humana, tantas veces pisoteada y menospreciada por el mismo hombre, esto significa reconocer a Cristo como modelo de nuestra humanidad, de lo contrario la teología estará vacía y serán sólo reflexiones de escritorio.
Creo que la teología debe siempre aterrizar en aplicaciones concretas, debe iluminar la vida concreta del cristiano, le debe ayudar a encontrar caminos que lo acerquen al misterio de Dios y no que le hagan más oscuro y pesado su caminar, que aparezca verdaderamente claro el hecho de que Cristo puede iluminar nuestra condición humana porque la comparte; que Cristo puede decirle al hombre lo que significa ser plenamente hombre porque Él lo es de verdad, sólo así será realidad que la cristología es la cima hacia la que tiende la antropología. En este aspecto me parece interesante el planteamiento del P. Ladaria cuando habla de la antropología cristiana como propuesta de un nuevo humanismo .
C.La salvación de Cristo y la salvación del hombre
El segundo tema en el que me parece que se resalta la singular humanidad de Jesucristo es cuando se aborda más explícitamente el tema de la salvación del hombre. Digo explícitamente porque si bien es el tema que recorre todo el libro, en este apartado el P. Ladaria aborda el tema de la salvación de una forma diferente: establece la absoluta relación entre la salvación y el Salvador. Cristo no sólo es el portador de la salvación del Padre, sino que Él mismo es el Salvador, su nombre es Jesús, porque precisamente salvará a los hombres, según dijo el Ángel en la anunciación; su mediación no es un acto extrínseco, sino que incluye toda su persona, ciertamente ha traído la salvación del Padre, peroÉl mismo con toda su vida, y especialmente en su misterio pascual, es el Salvador del hombre, es la Salvación para todos, según reza el título del libro en cuestión.
El punto de partida es antropológico, es decir, el presupuesto es la experiencia que tenemos todos de limitación, de imperfección, de hacer el mal que no queremos y dejar de hacer el bien que queremos (cfr. Rom 7, 19). En una palabra, la experiencia que tenemos del pecado en nuestra vida y que nos lleva a sentirnos necesitados de la salvación, a desear la salvación.
Ahora bien esta experiencia es una cara de la moneda, la otra, desde luego, es Cristo mismo, ante quien nuestras expectativas se ven claramente superadas, ante la cercanía de Dios en Cristo el hombre puede fácilmente ver su imperfección y lo que le falta para ser verdaderamente hombre, pues «solamente en el encuentro con Cristo podemos ver con claridad lo que significa la salvación que nos trae» .
La salvación nos supera porque no se trata de lo que nosotros queremos recibir, sino de lo que Dios nos ofrece, y Cristo nos ha ganado con su muerte y resurrección. Él es la medida, no nuestra pobre persona, claro está que esto no significa dejar de lado nuestra libertad. Lógicamente la salvación la recibimos en un acto de respuesta libre y amorosa a Dios que se nos da en Cristo, esta salvación no puede ser exclusiva para algunos porque es la realización del designio que Dios ha querido realizar en Jesucristo, pero que es el proyecto original del Padre, el mismo de la creación y que alcanzará su plenitud en la Parusía, cuando se dé la recapitulación de todas las cosas en Cristo, cuando todo quede sometido ante Cristo y Él pueda entregarlo a su vez al Padre (Heb 10, 13ss).
Ahora bien, llegando al centro de nuestro tema, el P. Ladaria en una reflexión en torno a Heb 5, 7ss donde se habla de la petición de Cristo de ser salvado de la muerte y donde se dice que a pesar de su condición divina aprendió en el sufrimiento la obediencia y llegó así a la perfección, afirma que la perfección de la humanidad de Cristo es causa de nuestra salvación: «Jesús, el Hijo de Dios, en la perfección que por la obediencia obtiene de su humanidad, es causa de salvación eterna para todos los que le obedecen» .
Jesús aprende la obediencia en el sufrimiento y esto perfeccionó su humanidad, una humanidad verdadera, que compartió en todo con los hombres, menos en el pecado, esto implica un crecimiento al ritmo humano, un aprendizaje que naturalmente no le era necesario, pues desde siempre es el Hijo de Dios, pero que convenía a su función de mediador, pues de lo contrario su humanidad y su misma mediación serían una mera apariencia. «Por la acción del Padre y por su propia obediencia, Cristo en cuanto hombre llega a la perfección de la unión con Dios y la perfección de la unión con los hombres en la solidaridad más completa» .
Esto queda más claro tomando en cuenta los himnos cristológicos (Flp 2, 2-11) donde se habla de que Cristo se despojó de su forma de Dios y habitó en medio de nosotros en la forma de esclavo y en obediencia perfecta hasta la muerte, y muerte de cruz, por eso tenía necesidad de ser exaltado por el Padre, de ser glorificado y volver a tener la gloria que poseía desde toda la eternidad. Es decir, en cuanto hombre, Jesús fue probado en todo, menos en el pecado, ha llegado a la perfección y ha sido salvado de la muerte; en este sentido se puede hablar de la salvación de Jesús por el Padre, su estado de Hijo de Dios, que desde siempre poseía y que nunca perdió, se ha perfeccionado en cuanto hombre y ha podido ser así salvador y salvación.
La salvación significa para Jesús adquirir en su humanidad, a lo largo de todo el curso de su vida mortal y especialmente en la resurrección, aquello que en un sentido verdadero, y no solamente figurado, dará a los hombres. Cristo en su obediencia al Padre hasta la muerte ha impreso en su humanidad las disposiciones filiales que le corresponden y que le son propias como Hijo de Dios…en la resurrección recibió su humanidad, en concreto su carne, las perfecciones de incorruptibilidad y la inmortalidad. Así podrá hacer partícipes de ellas a sus hermanos…Cristo puede ser Salvador porque en su humanidad ha experimentado y ha recibido la salvación de Dios, en una palabra, ha sido salvado .
En un primer momento este lenguaje de salvación de Cristo por el Padre, me pareció una separación esquizofrénica de la persona de Jesús, como cuando en la teología clásica se decía «en cuanto hombre sí, en cuanto Dios no», pero esa afirmación sobre la perfección de la humanidad de Cristo en la obediencia es la prueba de su plena solidaridad con todos los hombres, una solidaridad que comenzó en la Encarnación y que se extendió en cada momento de su existencia hasta su glorificación, es plenamente hombre.Sólo así se entiende cuando el Vaticano II afirma que tuvo sentimientos de hombre, que amó con corazón de hombre, fue en toda la extensión de la palabra uno de nosotros, en este sentido, su perfección es la causa de nuestra salvación, su humanidad es una humanidad singular porque es una humanidad plena, que ya ha alcanzado la perfección que nosotros estamos llamados a alcanzar en la configuración con Él y que alcanzaremos plenamente en la Parusía si nuestra respuesta libre y amorosa a Dios, que se nos ha dado en Cristo, en un SÍ.