Hablar sobre vocación como una llamada de Dios para una tarea específica, puede sonarnos, en este tiempo, como algo que es solo para algunos que han sido elegidos desde el comienzo de su vida, es decir como si la llamada pudiera sentirse desde los albores de la infancia y no hubiera ya cabida para el error. Sin embargo sabemos que no siempre es así.
La vocación es primero un encuentro, que se da entre Dios y el hombre, encuentro que se convierte en un proceso, donde al principio de éste está esa experiencia de haberse topado con Dios. Luego se deja ver que Dios no irrumpe en la vida solo al principio, sino que la vocación se va descubriendo en los aconteceres de cada día, tales momentos no son extraordinarios sino que tienen que ver con la vida normal de cada persona, llegando a un desenlace que puede denominarse misión.
A lo largo de la historia ha habido gran cantidad de hombres y mujeres que se han dejado tocar por el Señor, casos concretos son los profetas, quienes jugaron un papel decisivo en el pueblo de Israel. Fueron hombres valientes que se lanzaron a enfrentarse con el pueblo en momentos difíciles de su historia, como lo hizo Jeremías.
Jeremías siendo joven recibe la vocación profética, ante la cual no se siente atraído, sin embargo Dios le encomienda transmitir su palabra en una época difícil para el pueblo de Israel. En su proceso vocacional podemos encontrar cómo se encuentra con Dios (Jr 1, 4), encuentro que se da mediante la comunicación de la Palabra del Señor. Jeremías siente miedo por la grandeza de su misión, aduce que no sabe hablar y que es aún muy joven (1, 6). Pero Dios no acepta su objeción, porque a él no le importan los valores o cualidades de sus mensajeros, Dios le envía a hab
lar. Y además Dios le garantiza que estará con él.
Aun con la garantía de Dios, de estar siempre con él, Jeremías se siente fracasado en su vida y actividad por la incomprensión de parte de sus paisanos, y llega a sentirse necesitado de la consolación divina, que ciertamente no le fue negada.
La misión del profeta no fue fácil, como no es fácil misión alguna, sin embargo se puede decir que esta misión cuando se toma, como lo hizo Jeremías, confiado en la Palabra del Señor se puede llevar a cabo con toda facilidad y satisfacción, sabiendo que no es el enviado el que habla o actúa sino que es el mismo Dios quien actúa a través de sus elegidos.
La vocación es una aventura, es un camino de fe para hombres valientes, arriesgados y decididos a entregar su vida anunciando la Palabra vivificadora del Señor a todo hombre en todo tiempo, lugar y circunstancia sin condiciones. La vocación es entregar la vida en manos de quien llama a una misión que se desarrolla a lo largo de toda la vida, también en estos momentos específicos de nuestra historia. La vocación es un don, pero es también una tarea, una llamada estrujante en espera de una respuesta actuante.