Dios nuestro Señor, en su gran misericordia y bondad, ha tomado la iniciativa de llamar al hombre a vivir en el amor y a la vocación cristiana en la cual debemos dar testimonio de nuestra fe actuando y viviendo como hijos de Dios.

El hombre, al responderle al Señor con generosidad, valentía, confianza y perseverancia, comenzará su misión al estar atento para escuchar la voz de Dios y cumplir aquello a lo que lo llama. En la realización de su misión, el hombre encuentra su plenitud y felicidad personal, el ideal que todo ser humano desea alcanzar.

Dios lleno de amor, también llama a una vocación específica, por ejemplo al matrimonio, a la vida religiosa, a la vida de soltería  o al sacerdocio. Todo llamado de Dios es una misión. A lo largo de la historia, han existido hombres y mujeres que atendieron al llamado de Dios y, abandonándose en sus manos, lucharon con todo para cumplir con su misión como lo hizo San Daniel Comboni, un Obispo que nació en Italia en 1831 en el seno de una familia de agricultores con fuertes valores cristianos. Él escuchó la voz de Dios que lo llamaba a seguirle en el ministerio sacerdotal y, ya en él, se lanzó a evangelizar el centro del continente africano con la idea de que el Reino de Dios se extendiera entre los africanos por medio de otros africanos. Él supo responder a Dios, porque fue un hombre de oración, esto nos ayuda a descubrir que, para cumplir nuestra misión en cualquier vocación a la que hemos sido llamado debemos orar, estar en un constate diálogo con el Señor.

San Daniel Comboni supo cumplir su misión y sobresalió en tres virtudes: la oración, perseverancia y trabajo; con ellas luchó contra las adversidades que se le presentaron. Finalmente, Dios le da a San Daniel el don de fundar una nueva congregación de evangelizadores: los Combonianos, importantes misioneros en África.

Pidamos a San Daniel Comboni su intercesión para responder con amor y entrega total a la misión que Dios nos ha llamado.