Introducción
Todos los bautizados estamos llamados a vivir una experiencia de fe, pero ahora principalmente a nosotros los jóvenes, el papa en su mensaje por las vocaciones sacerdotales y religiosas nos da una invitación a que decidamos responder con nuestra vida de fe a la gran llamada que Dios nos hace, cultivando nuestra vocación con fe y esperanza manifestándola en el amor (Ef. 1,4.)
1. Dios llama a vivir esta experiencia de Fe
La experiencia de fe que vivimos cada uno de nosotros ser realiza en medio de una comunidad (casa, familia, grupo, comunidad eclesial) pero para que podamos vivir una experiencia de fe tenemos que señalar que es Dios es el que nos hace esa invitación o llamada primero mediante el regalo de la vida y así descubrimos que esta es un don, un regalo de Dios por amor hacia nuestra persona, y si hemos nacido a la vida también necesitamos nacer a la Gracia, y es aquí donde Dios hace esta llamada a vivir en él, dándonos lo que conocemos como las virtudes teologales: Fe, Esperanza y caridad (Rm, 5,5).
2. El joven llamado a confiar y confesar abiertamente su experiencia de fe
El hombre ha sido llamado a la vida y en ella, a la perfección, a la felicidad, a la realización, pero ¿puede un hombre realizarse plenamente sin fe?
Quién no cree en sí mismo, en sus capacidades, en su dignidad no podrá nunca lanzarse con valentía a la difícil aventura de la vida y de la vocación a la que Dios lo llama. Quién no cree en los demás, actúa con timidez, temor, y no llega a su realización completa.
Es por eso que en este año 2013 el papa invita a que se reflexione también sobre la vocación como signo de esperanza fundada en la fe, a propósito de la celebración del año de la fe en vivimos en nuestra iglesia.
3. El joven llamado a trascender en la vocación que el Señor lo llama
Todos, absolutamente todos los hombres, estamos llamados a la fe. En cada uno existe un destello divino, (la inteligencia) que nos hace capaz de conocer la existencia de Dios; pero, para que el hombre pueda entrar en su intimidad, Dios ha querido revelarse al hombre y darle la gracia para que pueda acoger esta revelación, cuya plenitud se lleva a cabo con Cristo, el Hijo de Dios, Dios mismo.
La llamada de Dios en Cristo es una invitación a vivir con Él y a gozar de su compañía. Se trata de convertirse en miembros suyos, para vivir con Él. En consecuencia, el cristiano está asociado a la misma obra de Cristo: sacerdote, rey y profeta. El cristiano muestra su adhesión a Cristo colaborando activamente son su obra salvífica. No es llamado a realizarse a sí mismo, sino a la iglesia, y se hace, esto es, se realiza a sí mismo en la medida que coopera en la edificación de la Iglesia.
4. En la vocación se vive la experiencia de la fe
El papa en su carta por las vocaciones insiste: para poder vivir una experiencia de fe, primero tenemos que señalar que se necesita un verdadero encuentro personal con Cristo, ya que toda vocación nace de ese encuentro en el cual el hombre responde generosamente con un acto de fe y entrega, esperando y viviendo en el amor.
Por eso todo joven que quiere descubrir el llamado que Dios en su vida primero tiene que crecer en la experiencia de fe, entendida como relación profunda con Jesús, escuchando en su interior la voz de Dios.
Toda llamada y respuesta a la vocación se realiza en nuestras comunidades cristianas que viven un intenso clima de fe, y un generoso testimonio de adhesión al evangelio y una pasión misionera que induce al don total de sí mismo por el Reino de Dios.
Por eso el joven que quiere vivir esa experiencia de fe respondiendo al llamado de la vocación lo tiene que hacer de una manera activa y alimentándose de la participación de los sacramentos en particular de la Eucaristía y en la vida de oración, (Gal. 2,20.) solo ahí es donde de manera eficiente podrá descubrir la llamada que Dios le hace en su persona.
Joven, es probable que Dios te esté llamando a vivir una experiencia de fe por medio de una vocación en específico como lo es la vida sacerdotal o religiosa. Es momento de tomar opciones radicales siguiendo las huellas de Jesús, y así servir a los demás. No tenemos que tener miedo de seguirlo y de recorrer con intrepidez los exigentes senderos de la caridad y del comportamiento generoso. Así seremos felices en servir, y seremos testigos de aquel que gozo que el mundo no puede dar, siendo testimonio y experiencia de fe de aquel amor infinito y eterno que es Dios.