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Solemnidad de todos los santos

Hoy es un día especial para la Iglesia, puesto que celebramos a todos aquellas personas, que  se nos han «adelantado en el camino», al cual todos estamos invitados a avanzar y que nos conduce hacia el cielo. Ese «lugar» de Dios, casa de los ángeles, fin de los santos y meta de todos nosotros, es el lugar del Eterno amor. Ahí, nada nos separará de Dios, a quien ama nuestra alma y ha buscado durante toda una vida. Donde con todos los santos nos podremos alegrar con Dios.

Es la fiesta de las personas que al terminar su camino por este mundo han cumplido con su deber, puesto que no perdieron de vista el llamado, al cual todos hemos sido invitados: alcanzar nuestro grado más alto, nuestro ideal existencial: que es la santidad, invitación planteada desde nuestro bautismo.

Celebramos también que la Iglesia de Cristo es triunfante, en otras palabras que ya hay una porción de ella que está en el cielo y que nosotros los conocemos como santos, con esta celebración el pueblo cristiano se alienta en esperanza. Pero el sentido de esta solemnidad es precisamente celebrar a todos aquellos que están en plenitud de gozo contemplando a Dios «cara a cara». 

Todos los santos fueron felices en la tierra, porque ellos tenían toda su confianza y su esperanza puesta en Dios, en quien encontraron su fortaleza y consuelo para afrontar todos los acontecimientos de su vida; fueron misericordiosos y encontraron misericordia; trabajaron por la paz y alcanzaron la paz definitiva; fueron limpios de corazón y con ello merecieron ver a Dios (cfr. Mt 5. 1-12).

El vidente del Apocalipsis contempló «el triunfo de los elegidos en el cielo» (Ap. 7, 9-12). No hay un número exacto para los que han alcanzado el premio eterno, ese número es ilimitado y, seguramente entre ellos están muchos de nuestros seres queridos. Todos ellos son nuestros intercesores y dan impulso a nuestra vida debido a que en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad humana.

Celebremos este día con alegría a través de la oración y la Eucaristía, recordando esa invitación de parte de Dios trino a llegar a la santidad que es la meta de todo cristiano.