“El que me ama, cumplirá mi palabra…”
Estamos celebrando el VI domingo de pascua. El paso de la muerte a la vida, el triunfo de Jesús sobre las tinieblas. Recordemos, en este evangelio de san Juan, Cristo está despidiéndose de los suyos y antes de irse con el Padre les da este consejo: “el que me ama, cumplirá mi palabra”.
Hoy la Palabra de Dios nos invita a preguntarnos: ¿Realmente amo Dios? ¿Si lo amo, cumplo su palabra?, y de ¿qué forma la cumplo? Son tres preguntas que llegan hasta lo profundo de nuestro corazón, hoy nos toca a cada uno responderlas con gran sinceridad.
1º ¿Realmente amo a Dios? Sólo podemos amar aquello que conocemos. Por ejemplo, puedo amar la belleza de una flor, pero la amo porque la conozco, sé cuál es su color, su textura y su aroma. O también puedo amar a otra persona, porque sé cuáles son sus gustos incluso sé cuáles son sus defectos, pero a pesar de ello, la amo como es.
Así pues, para poder amar antes tengo que conocer necesariamente lo que es amado. Entonces, ¿qué significa conocer? Es saber, comprender, enterarse y percibir. Por lo tanto, sólo puedo amar a Dios si sé quién es, si comprendo que antes que yo lo ame, Él me ha amado y me ama primero, tal como soy. Incluso Dios mismo nos dio a su hijo único para salvarnos, murió y resucitó por ti y por mí. Más aún, en cada día podemos percibir todas las muestras de amor de Dios para con nosotros: en un nuevo amanecer, en la sonrisa de los niños, en la salud, en el canto de los pájaros.
Por tanto, si logro percibir todo esto, si en verdad conozco lo que Dios ha hecho por cada uno, en realidad voy a poder amarlo, mientras no conozca lo que Dios hace por nosotros, no lo podré amar.
2º ¿Si lo amo, cumplo su palabra? El amor se manifiesta en cosas concretas, con algún detalle, alguna rosa, un abrazo…también el amor hacia Dios ha de hacerse visible y ¿de qué manera?, pues cumpliendo su palabra. Pero podemos pensar, son muchas cosas que me pide Dios, a simple vista podríamos afirmar que sí. Sin embargo, lo único que nos pide Dios es que amemos como Él nos ama.
Es decir, tendré que amar a mi hijo, a mi esposa (o), hermano (a), abuelo (a) a mi prójimo; pero no con el amor limitado de una persona que defrauda y engaña, sino como Dios lo ama. Y el amor de Dios hacia nosotros, fue incondicional, sin reservas, todo lo dio por amor a nosotros.
Si realizo lo anterior, estaré cumpliendo su palabra. Sé capaz de brindar una sonrisa, pero con amor. Ten la audacia de dar un abrazo pero con el corazón. Sé sagaz para ser paciente con el hermano que te ha ofendido. Sin duda que si hacemos esto estaremos amando a Dios a través de nuestros hermanos y estaremos cumpliendo su palabra.
3º ¿De qué forma cumplo su palabra? Lamentablemente, por nuestra limitación humana podemos caer en dos tentaciones: mediocridad y exhibicionismo.
Mediocridad. Hago las cosas hay más o menos, sin comprometerme de verdad, no más para que mi jefe no se dé cuenta. Trato de ir a Misa los domingos, pero no porque me guste o quiera dar gracias a Dios, sino porque es algo que se me ha impuesto. ¡Qué triste es caer en esta situación!
Exhibicionismo. Es decir, voy a cumplir los mandamientos, no porque esté convencido de lo bueno que son, sino más bien, para que otros me vean que yo sí estoy bien, qué si voy a Misa, que mi familia es la mejor, pero en el fondo tenemos riñas, hay desconfianza, no comparto mi tiempo con los hijos. En pocas palabras sólo busco aparentar. Quizás podemos engañar a los otros, pero a nosotros mismos y Dios no podemos engañarlo.
Son dos tentaciones que definitivamente hay que eliminar de nuestras vidas. Ante la primera tentación la cura es buscar hacer las cosas con responsabilidad. Por lo que hacer las cosas por convicción y con humildad es la solución para el exhibicionismo.
En este quinto domingo de pascua la palabra de Dios nos invita a tres cosas:
a)A conocer realmente quién es Dios y todo lo que ha hecho por mí, en la medida que lo conozca lo podré amar.
b)Mi amor por Dios ha de manifestarse en cosas muy concretas: amando a mis hermanos pero como Dios los ama.
c)Ante la mediocridad y el exhibicionismo, hay que cumplir la Palabra de Dios con responsabilidad, convicción y humildad.
Que esta Eucaristía sea nuestro alimento y nos dé las fuerzas necesarias, para cumplir la Palabra de Dios.
“El que me ama, cumplirá mi palabra…”