«¡Salve Cruz bendita madero sagrado, que cargó en sus hombros mi Jesús amado!»
Tremendo misterio es el que celebramos el día de hoy, viernes Santo, viernes de la pasión del Señor, día marcado por el silencio, la adoración y contemplación, día de ayuno y penitencia, hoy es el día de la Cruz.
Como cada año en este día hemos escuchado la lectura de la Pasión del Señor, tomada del evangelio según san Juan, un relato sorprendente, que nos muestra el inicio de estos momentos decisivos de Cristo, el diálogo con Pilato, la flagelación, la condena, el Viacrucis y la muerte de Jesús en la Cruz. El evento único y extraordinario de la Cruz se presenta así ante nuestros ojos para ser contemplado; no comprendido, sino sobre todo y principalmente adorado y contemplado.
¿Por qué precisamente la Cruz? ¿Por qué el dolor y el sacrificio? ¿Por qué este camino tan humillante para realizar nuestra salvación? Se trata de preguntas que brotan desde lo más hondo de nuestro corazón, pues un evento como el del Calvario resulta, aunque no lo queramos, repugnante y, desde cualquier ángulo que lo veamos, fracaso y tragedia de cualquier proyecto. ¿Por qué, pues, escogió el Padre Dios este sendero doloroso? La respuesta no puede ser otra que el Amor, un Amor tan grande y absolutamente libre e incondicional, que llevó al Padre a entregar a su propio Hijo para ser clavado en la Cruz y así llevar a cumplimiento el plan de salvación trazado desde siempre, proyecto de amor que alcanza su punto culmen en la vida y obra de Cristo, pero sobre todo en su misterio pascual: su Pasión, Muerte y Resurrección.
Aceptar la Cruz como el medio de nuestra Redención no es algo simple y sencillo, no lo fue para Pedro, no lo fue para los otros discípulos, no lo es ahora para nosotros. Más en un mundo en donde se exalta tanto el placer y la comodidad, la Cruz resulta simplemente incomoda para vivir, pero es el camino, Jesús lo aceptó, lo vivió como Cordero manso e invitó a sus discípulos a beber con él este cáliz. La Cruz se convierte así en instrumento de vida, medio de salvación, la Cruz es el nuevo árbol de la nueva Creación, no es instrumento de tortura o de muerte, sino signo de salvación, no representa el fracaso del anuncio del Reino, sino la manifestación más clara de la instauración del Reinado de Dios en el mundo.
Es la Cruz el momento más luminoso de Revelación, en el Calvario Jesús es reconocido como Mesías, como Salvador, como Hijo de Dios, la Cruz es el signo más claro de nuestra Redención, es el lugar donde recibimos a María por Madre, es el inicio de la Iglesia, de la nueva etapa en la historia de la salvación.
Nuestro querido Papa Francisco, ante los Cardenales electores, recordó esta gran verdad del cristianismo: no podemos anunciar a Cristo sin la Cruz, ésta es indispensable si queremos ser auténticos discípulos del Maestro. No importa que a los ojos del mundo resulte una aberración, ya san Pablo notaba esto y no dudó ni un segundo en anunciar a Cristo crucificado.
Por eso adoramos la Cruz, por eso la tenemos en tan grande estima, por eso nos acompaña desde que en nuestro bautismo fuimos marcados con este signo. Adoremos la Cruz, tomemos la Cruz y sigamos a Jesús, con la esperanza cierta de que la Cruz no es el final del camino, pues sabemos que después viene la Resurrección, no hay viernes de dolores, sin domingo de Resurrección.