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VIGILIA PASCUAL

La vigilia pascual es la celebración más importante del año. En esta santa noche de Pascua la Iglesia nos ofrece un alimento abundante, primero de la Sagrada Escritura y después de la Eucaristía.

Toda una serie de lecturas impregna el tiempo de esta vigilia pascual. Como epístola nos viene propuesto una fragmento de la carta a los Romanos sobre el bautismo, que es participación del misterio pascual de Cristo. El evangelio es el relato de la resurrección en Lucas.

El fragmento del evangelio se refiere al descubrimiento del sepulcro vacío. Las mujeres en lugar de encontrar el sepulcro en el estado que se esperaba, se dan cuenta que la piedra ha sido quitada y que no está ya el cuerpo de Señor Jesús. Pero dos hombres –en los cuales reconocemos dos ángeles, pues tienen vestidos fulgurantes–  aparecen y les dicen: “¿Por qué buscan entre los muerto al que está vivo?”. Esta frase de imprimirse en nuestras mentes y en nuestros corazones, porque es todo un programa. Cristo ha resucitado, la muerte ya no tiene ningún poder sobre él. 

Los ángeles recuerdan a las mujeres que Jesús había predicho su resurrección. En realidad, en los evangelios las predicciones que Jesús hace de su resurrección no son tan claras como nosotros las escuchamos en el texto español. Puesto que la resurrección todavía no se había realizado, se hacía alusión a ella con verbos ordinarios: no había un verbo específico para indicarla. Se usaban sobre todos dos verbos: “despertarse” y “levantarse”. Así Jesús decía: “El Hijo del hombre…se despertará (o se levantará) al tercer día”. Por lo tanto, ni los apóstoles ni las mujeres lograban entender el sentido de las palabras de Jesús.

Pero ahora está claro que cosa significa este “levantarse”, “despertarse”: significa la resurrección. Esto no es un simple retorno a la vida ordinaria, no es una reanimación, sino es una completa transformación del ser humano, en modo que pueda participar de la eternidad divina. La resurrección es un misterio profundo, es un misterio triunfal, la victoria completa sobre la muerte y sobre todas la fuerzas de corrupción. Las mujeres se acuerdan de las palabras de Jesús, y comprenden. 

Pero cuando llevan a los apóstoles la noticia de que Jesús ha resucitado, este anuncio parece a ellos un delirio, una cosa irreal, imposible. Ellos no ha comprendido las predicciones de Jesús, porque creen que es imposible la resurrección, no tienen una idea justa, clara. Pedro corre hacia el sepulcro y, inclinándose, ve solamente los lienzos de la sepultura, pero no comprende. Regresa a casa lleno de admiración por lo acontecido. 

Tantas veces también nosotros buscamos a Jesús entre los muertos. Frecuentemente no tenemos la percepción viva de la vida de Cristo resucitado, y entonces lo colocamos entre la realidad del pasado, que no tiene un influjo directo sobre nuestra vida presente. Debemos, en cambio, tomar conciencia que Jesús ha resucitado, y que toda nuestra vida debe ser orientada hacia Él, fuente de vida nueva. Nuestra vida cristiana debe ser una vida nueva, participación de la resurrección de Cristo. Esta vida nueva significa una ruptura con el pecado. Por medio de la crucifixión de Cristo ha sido destruido el cuerpo del pecado humano, y nosotros no podemos seguir siendo esclavos de eso. Nuestra vida nueva debe ser una vida de plena participación en la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte. 

Jesús ha sido vencedor por medio del amor llevado al extremo. Ha vencido todas las fuerzas del egoísmo, del orgullo y de la violencia, y ahora nos comunica la potencia de su amor, para hacernos vencedores del mal. Dice san Pablo: “También ustedes considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios, en Cristo Jesús”. Debemos renovarnos interiormente, para acoger siempre mejor la vida perfecta, la vida de amor de Cristo resucitado. Este es el mensaje de Pascua, que debemos acoger con gran alegría y con inmensa gratitud hacia Cristo, que nos ha obtenido todo esto a un precio muy caro, el precio de sus sufrimientos y de su muerte. Vivamos con alegría y esperanza nuestra vida cristiana. Y digamos diariamente como aquel monje: Mi alegría es que Cristo resucitó.