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VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

“¿Qué cosa es la vida de ustedes? Una nubecilla que se ve un rato y luego se desvanece” 

El ser humano se caracteriza por programar su vida, su futuro, es un ser que siempre piensa y se proyecta hacia adelante, se esfuerza por lograr sus objetivos, sin embargo, también es un hombre que algunas veces fracasa, y no le salen las cosas como las planea y esto le ocasiona tristeza, frustración, invadiendo su corazón de reclamos, ya sea hacia otras personas o incluso hacia sí mismo, o bien un sentimiento de soledad y abandono.

Hoy la Palabra de Dios nos presenta, por medio del profeta Isaías, el sentimiento que invadía el pueblo de Israel que vivía en el destierro en Babilonia, el cual se sentía abandonado, olvidado, sin embargo, ante este sentimiento o reclamo, el profeta de Dios les hace ver que no es así ¿Puede acaso una madre olvidarse de su criatura hasta dejar de enternecerse por el hijo de sus entrañas? Aunque hubiera una madre que se olvidara, yo nunca te olvidaré. Nos encontramos aquí ante una de las expresiones más profundas del amor divino hacia el pueblo de Israel, amor divino que está por encima de todo amor humano y que nos invita a la confianza en esa paternidad divina; el pueblo experimentaba abandono, derrota, esclavitud, no veía un futuro atrayente, y empezó a desanimarse y a reclamar, pues veía que las cosas no son como ellos creían, por lo tanto, empezaron a desconfiar del Señor, sin embargo Dios por su profeta expresa el gran amor de madre que tiene para con ellos, amor que los invita a la confianza, al abandono del hijo en los brazos de su madre, ya que una madre nunca abandona al hijo de sus entrañas, y eso se los reafirma Dios “Yo nunca te olvidaré”, pues recordemos que para acoger el amor de Dios, es necesario que confiemos en su proyecto de salvación, y que para aceptar lo que nos ofrece debemos ser como niños “porque quien se hace como niño será grande en el reino de los cielos” (Mt 19, 14).

El niño siempre confía en su padre, sabe que él es el único que puede darle lo que necesita, que él es el que lo protege y lo cuida, y que cuando existe peligro corre a su lado porque él lo defenderá, esa es la confianza que pide Dios, esa es la imagen que Dios transmite de sí mismo al hombre. ¿Qué tiene el hombre que no lo haya recibido de Dios, qué planes ha proyectado y alcanzado sino ha sido por la ayuda de Dios? El hombre que ha puesto su confianza en Dios, sabe que todo viene de lo alto, que todo es don, es gracia; en cambio el hombre que confía en sí mismo, cuando las cosas no le salen como las proyecto, siente ese vacío, esa sensación de derrota, de abandono y es cuando vienen los reclamos a los otros incluso hacia Dios, como lo hizo el pueblo de Israel. Hoy el Señor nos invita a confiar en Él, pues sólo de Él viene nuestra salvación y nuestra gloria, de él procede todo el bien que esperamos.

Cuando el hombre pierde su confianza en Dios de quien procede todo don, entonces todo se le debe, y cree que todo lo que posee es por sus méritos, y no por bendición de Dios, con esta actitud el hombre se convierte merecedor de todo, es decir en dueño de sí mismo y de lo que le rodea, se olvida que es administrador de su propia vida que es pasajera, y de los bienes que posee, ya lo dice San Pablo, lo que Dios busca de un administrador es que sea fiel, y la persona que es fiel, es porque reconoce que la vida es un don, un regalo que el dueño de la existencia le ha puesto en sus manos para que la administre y genere vida. Por lo tanto, cuando el hombre pierde esta visión de gratuidad de Dios hacia él, entonces esos mismos dones recibidos de Dios, se convierten para el hombre en pequeños dioses dividiendo de esta manera su corazón, y hoy Jesús en su Palabra nos recuerda que no se puede servir a dos amos, porque odiara a uno y amará al otro, no se puede servir a Dios y al dinero, y nos invitar a tener confianza en Dios “no se preocupen por su vida, pensando qué comerán o con qué se vestirán, acaso no vale más la vida que el alimento y el cuerpo más que el vestido? ¿Quién de ustedes a fuerza de preocuparse puede prolongar su vida siquiera un momento?… Si Dios viste así a las aves del cielo y a la hierba del campo ¿No hará mucho más por ustedes hombre de poca fe?” Jesús pues, como lo hizo el profeta Isaías con el pueblo de Israel, nos recuerda la importancia de la confianza en Dios que es Padre y que es Madre, nos pide el abandono a su divina providencia, y esto es precisamente la fe, un abandono total en Dios, de lo contrario nos desviaremos de Él.

En nuestra vida cotidiana, estamos llamados precisamente a vivir reconociendo el don de Dios, vivir con confianza en Dios nuestro Padre que siempre busca y les da lo mejor a sus hijos. La Palabra de que hemos escuchado, nos ilumina nuestra realidad, sobre todo en un ambiente donde existe mucho stress, angustia, tensión y prisa, que hacen que nos olvidemos del Dios Padre, y que poco a poco nos vamos alejando de su paternidad. Esto no quiere decir que nos desobliguemos de nuestras responsabilidades, sino que las realicemos como hombres y mujeres de fe, de confianza en Dios nuestro Señor. ¿En qué tengo puesta mi confianza? ¿En dónde está mi corazón? Que estas preguntas nos ayuden para entrar en diálogo con el Señor y reflexionemos en quién tengo puesto mi corazón.