“El ser humano es el único ser que quiere perdurar en esta vida”
El hombre siempre busca la verdad, es inquieto por naturaleza, sin embargo su pensamiento no es absoluto y sus razonamientos pueden equivocarse. Todos los avances de la ciencia y la tecnología son la muestra de la capacidad que posee para buscar y alcanzar la verdad, vemos como desde su origen ha explorado y sigue explorando el mundo en que vive, que con dificultad conoce lo que existe sobre la faz de nuestro planeta.
Su inquietud lo ha llevado a realizar inventos y descubrir los grandes misterios de nuestro cosmos y de nosotros mismos, pero ¿Quién conocerá tus designios, si Tú no le das la sabiduría enviando tu Santo Espíritu de lo alto? Por lo tanto, reconociendo que la verdadera sabiduría de la que participa, de manera limitada, viene de lo alto, y aceptando la voluntad divina del creador de todo lo que existe, podremos alcanzar y aceptar la Verdad que tanto anhelamos.
Por ello en el salmo respondemos a la Palabra de Dios con una petición: “Enséñanos, Señor, el camino de la vida”, porque únicamente así veremos lo que es la existencia y seremos sensatos; sólo así reconoceremos que su amor de Padre hará de nuestra vida un júbilo y seremos capaces de descubrir en sus obras su gloria, cuya manifestación plena es su Hijo Jesucristo que ha venido para otorgarnos el perdón y el amor divinos.
Así pues Jesús es, para todo el género humano, el camino, la verdad y la vida, es él quien nos pide hoy por su Palabra, a quienes queremos gozar ya desde este mundo de la vida celestial del reino de Dios, renunciar a padre, madre, hermanos, mujer, hijos e incluso a la propia vida para lograr ser sus discípulos. Esto lo debemos entender no como desprecio de las personas mismas, sino de las relaciones y lazos temporales en los que se apoya esta vida pasajera, que como escuchamos en el salmo, es semejante a la hierba que despunta y florece en la mañana y por la tarde se marchita y se seca.
Jesús nos invita el día de hoy a trascender, es decir a no apegarnos a esta existencia que está limitada por el nacimiento y la muerte, pues únicamente quien no aborrece este tipo de vida, todavía no ama aquella vida en la que no existe la muerte; tampoco Jesús nos esa impidiendo amar a los demás, padres, hermanos, hijos, sino que pide de nosotros el afecto más alto para su persona que es la fuente de amor para todos los demás, pero a un nivel inferior al que le es debido a Dios.
Pero hoy Jesús no sólo pide lo que le es debido, sino que nos pide algo más: tomar la propia cruz y seguirlo, ya que sólo así podremos ser sus verdaderos discípulos, es decir soportar las pruebas y tribulaciones que se nos presentan a diario en nuestra vida cotidiana, dar la vida permaneciendo fieles al evangelio que nos da vida eterna, en otras palabras la mortificación de la propia voluntad, porque quien sigue su propia voluntad, aun en las pequeñas cosas, jamás podrá observar lo que pide Cristo.