“Yo los he elegido del mundo, dice el Señor, para que vayan y den fruto, y su futo permanezca”
Queridos hermanos, la parábola que nos presenta el evangelista san Juan, forma parte del grupo llamado “las parábolas de la viña”, que ya escuchamos en esta proclamación y en los dos domingos anteriores: la parábola de “los jornaleros de la viña” (Jn 20, 1-16), la parábola de “los dos hijos enviados a trabajar en la viña” (Jn 21, 28-32) y la parábola de “los viñadores homicidas” (Jn 21, 33-43).
La enseñanza de Jesús es muy clara y directa, que compromete a todos los que son y somos llamados a “cultivar” en la Viña del Señor y producir buenos frutos a su tiempo. Ciertamente la comparación de la viña con el pueblo elegido por Dios (ahora la Iglesia de Jesucristo) es para Jesús es una forma de presentar la novedad de su doctrina, el anuncio de Reino del Padre, pero con una nueva manera de vivirla.
La respuesta que dan los dirigentes religiosos del pueblo de Israel a la pregunta de Jesús, será, nuevamente, su misma condenación: porque ellos no fueron fieles al mandato del Dueño de la Viña y no reportaron los frutos esperados, produciendo la amarga experiencia que canta el profeta Isaías en la primera lectura: frutos de avaricia, maldad, egocentrismo, odio, robo, agresión, homicidio… ¿cuál será la raíz de todo esto? ¿Por qué un viñedo bueno plantado por la mano de Dios produce malos frutos? Las malas intenciones nacen del corazón (Cf. Mt 6,21; 15,8.18-19).
Somos llamados a trabajar en la viña del Señor; Jesús es la Vid y nosotros los sarmientos (Jn 15, 5), es necesario que permanezcamos unidos a él en el amor para producir el fruto esperado por Dios. La clave es el Amor en nuestro corazón, un amor practicado y testimoniado en nuestras vidas, un amor custodiado por la paz de Dios; paz que es fruto de nuestra constancia en la oración y práctica de toda virtud. Con toda razón san Pablo nos anima e invita a no inquietarnos por nada, ya que si permanecemos unido a Cristo Jesús en el amor, no habrá motivo de preocupación; al contrario, será la mejor oportunidad de crecer en la virtud, en la autenticidad de fiel cristiano, cooperador eficaz en la construcción del reino y camino seguro a la santidad y salvación eterna.
Queridos hermanos, este es el tiempo propicio, es el tiempo de renovación de nuestra Iglesia de Zacatecas, tiempo de dar frutos abundantes. Vayamos pues, a trabajar en la Viña del Señor; celebremos dignamente nuestra Eucaristía y vivámosla (en nuestra familia, en nuestro barrio, en nuestro trabajo, con los amigos, en nuestra comunidad) con una actitud autentica, alegre, amable, justa, noble y servicial.