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XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario

“Todo en esta vida es transitorio”

Ante la majestuosidad y belleza del templo de Jerusalén que muchos admiraban, Jesús dijo: “No quedará piedra sobre piedra”, sin duda alguna estas palabras fueron muy fuertes para todos los oyentes, pues dicho templo era para los judíos el lugar más santo de toda la tierra, ya que en él estaba el arca de la alianza con el texto de la ley.

Jesús pronuncia estas palabras a raíz de todo lo que vio en dicho lugar, y ante la pregunta sobre la señal que presagiará la destrucción del templo, advierte dos cosas: la primera son los falsos profetas, y aclara que la diferencia entre los falsos cristos y el Cristo verdadero es muy grande, pues el Cristo destruirá el templo después de su crucifixión, ya que este templo no es nada en comparación a la morada eterna preparada en el cielo para todo creyente; El segundo peligro son las doctrinas falsas de estos falsos profetas, las cuales, si se les presta oído pueden desviar y apartar del camino de la salvación. Ante esto dice el Señor: “Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán, yo soy el mesías, no les hagan caso”.

Luego de esto Jesús advierte a sus discípulos, que cuando todo esto se acerque, los perseguirán y apresaran a causa de su doctrina, y de esta manera darán testimonio de Él, pero no sin antes advertirles del cuidado que Él tendrá de ellos, ya que ni un solo cabello de su cabeza perecerá. Cristo pues, anuncia la suerte de todo aquel que lo acepte como su salvador, pero al mismo tiempo los anima a no tener miedo de enfrentar todo tipo de persecución e incluso la muerte por causa suya. 

El alma puede morir si se pierde a Dios, ya que de la misma forma que el alma es la vida del cuerpo, así Dios es la vida del alma, por tal motivo para evitar la muerte y destrucción del alma, todos estamos invitados a vivir siempre en la fe, sin temer morir por Dios, pues el Señor lo ha dicho: “Quien pierde su vida por mí y por el evangelio la salvará”, por lo tanto la muerte es temible sólo en atención al cuerpo, y aun así tampoco debemos dudar de que nuestra carne mortal ha de resucitar al final de los tiempos, esto fue lo que a muchos santos de la Iglesia, entre ellos a los 25 mártires mexicanos, que no dudaron en dar su vida por Cristo Rey, ahora son santos porque ellos dieron testimonio de Cristo con el derramamiento de su sangre.

Cristo nos invita a confiar en Él, y no quedarnos en la contemplación de la belleza y majestuosidad de los templos de la cultura moderna: la ciencia, la tecnología, el consumismo y la superficialidad de la vida misma, los cuales son pasajeros y perecederos; sino a poner nuestra mirada en Él, que nos ofrece la vida eterna y la salvación, y con la cual, todo lo anterior toma el verdadero sentido, que nos ayudan para alcanzar la plenitud de nuestro ser, pues quien tiene a Dios en su corazón lo tiene todo. He aquí el llamado de Jesús a ser sus testigos ante un ambiente, muchas veces adverso a su evangelio: dejarnos llevar por su Palabra y destruir con ella el templo de mi idolatría a todo aquel apego que impide mi entrega total al Dios.

Dejemos que Cristo, destruya el altar de nuestros ídolos y pongamos en el templo de nuestro corazón la cruz del resucitado y aceptemos su salvación, solo así no nos dejaremos engañar por las falsas doctrinas que los falsos profetas andan irradiando, solo así brillará en nosotros el Sol de justicia y construiremos todos juntos la civilización del amor y de la paz que tanto necesita nuestra patria y nuestro corazón.