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Anímate a responder al Señor

Hola, mi nombre es Rodolfo Martínez García, tengo 21 años de edad y soy originario de Noria de San Juan, Pánuco, Zac., de la parroquia de Nuestra Señora del Refugio en Tacoaleche, Guadalupe, Zac. Mis papás son Julián Martínez Vázquez y Ninfa Yuki García Núñez. Nací en una familia sumamente católica, soy el primero de cuatro hermanos: Karla Estrella, José Julián y José  Martínez García. Actualmente estoy en el seminario de Zacatecas, en el Curso Introductorio Diocesano (CID). En esta ocasión me tocó dar a conocer mi historia vocacional.

Mi abuelita Ma. Socorro Vázquez fue sacristana cuando yo estaba pequeño y ella me comenzó a llevar al templo, yo veía a los padres cómo se revestían, lo que hacían y me llamaba la atención. Recuerdo al padre Filiberto Ortiz Gómez, que en esos tiempos fue el párroco de Tacoaleche; me regalaba las hostias que se le rompía, aún no consagradas, para que me las comiera. Después juntaba a mis primos y amigos y jugábamos a la misa, según eso a mí me tocaba ser el padrecito. A los 7 años de edad inicié a ser monaguillo, aunque con mucho temor y nervios pues aún no sabía bien lo que se tenía que hacer. De ahí me fue naciendo un amor muy grande por las cosas de Dios, mi vida fue estar en la iglesia, fui monaguillo por 7 años consecutivos. A los 14 años entré al grupo juvenil parroquial de Misioneros de Cristo Rey, fui 6 años de misiones de semana santa en este grupo. Compartir con las personas en estas misiones me parecía algo muy esencial en mi vida.

Cuando salí de la preparatoria en el 2016  decidí no estudiar, trabajé en el campo. En este tiempo de mi vida me la pase sirviendo en la iglesia, ayudando en las diferentes actividades: rosarios, misas, novenarios, peregrinaciones, etc., fue un tiempo en el cual seguía yo discerniendo mi vocación al sacerdocio. En julio de 2017 viví un preseminario, gracias al padre Juan Manuel Hernández Flores, pero no me quedé y yo pensé que ya nunca volvería. Esta posibilidad la descarté por completo de mi vida y se lo expresé a mi familia, por lo cual se pusieron muy tristes. Seguí acudiendo a la iglesia y con mi vida normal. Pasó un año y en julio de 2018 se llevó a cabo el preseminario, en el cual me decidí a participar. Un día antes expresé a mi familia el deseo de participar, y como un año antes no me quedé, mi abuelita me dijo: “si no vas a comerte lo que les dan, mejor ni vayas” queriendo decir que si no me quedaba a qué iba. Al fin fui al preseminario, recuerdo que llegué y yo sin conocer a nadie me puse en un lado del recibidor, luego comencé a interactuar con los demás y los fui conociendo. El preseminario fue una experiencia muy agradable, ahí conocí a muchos con los que compartí en esa semana. Mi abuelita desde niño me expresaba que ojalá y fuera padrecito, y saliendo de este preseminario les dije que sí me quedaba, mi papá y mi mamá se pusieron muy contentos, pero mi abuelita no. Me dijo: “yo te decía que te hicieras padrecito, pero creo que mejor no porque yo te voy a extrañar mucho”. Aún así me quedé en el seminario, y ya después ella se sintió y se siente muy contenta de que yo esté aquí.

Entré al Seminario el Domingo 19 de Agosto del 2018, ahí inició una gran aventura, desde entonces he vivido muy grandes  experiencias. Le doy gracias a Dios por hacerme esta llamada a seguirlo, la verdad estoy muy contento por responder a esta llamada, lo bueno de todo es no tener miedo. Otro factor que me impulsó a entrar es que tengo una gran devoción a San Juan Pablo II, he visto y leído su vida. Me gusta la labor que hizo, el servir a los demás me parece algo muy fervoroso y lleno de alegría. Me llegaron las palabras de él que dicen:”No tengáis miedo de mirarlo a Él, mirar al Señor”,  y fue donde decidí enfrentar mis temores y entrar al seminario, dar este paso cuesta mucho, pero la verdad vale la pena dejar todo por seguir a Jesús. Mas aún no vale la pena, vale la vida, enfrentar tus miedos es una manera como le puedes responder a Dios. Te invito a que abras tu corazón y estés atento a la voz de Dios que tal vez te está diciendo: ¡Ven y Sígueme!

Anímate a darle el sí a Dios, Él nunca se equivoca en lo que tiene preparado, estoy convencido de que Dios quiere nuestra felicidad.

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