“La santidad es el rostro más bello de la Iglesia”.
Al pensar en el papa Francisco sin duda alguna recordamos su sonrisa, su alegría, su sencillez, su humildad y todo esto tiene su origen en el constante contacto con Dios. La Iglesia es santa por su fuente en la Trinidad, y tiene que reflejar esa santidad en cada uno de sus miembros. La exhortación apostólica «Alégrense y regocíjense» (en latín Gaudete et Exsultate), que el Papa nos ha regalado el pasado 9 de abril, es una oportunidad para profundizar en este tema que como católicos nos debe interesar. El objetivo de este documento papal es hacer resonar una vez más el llamado a la santidad, procurando encarnarlo en el contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades.
El Santo Padre nos ha dado pequeños consejos de cómo podemos vivir una vida santa sin necesidad de hacer cosas extraordinarias, sino con el simple vivir de la cotidianidad. La santidad está en la puerta de al lado: en el padre que trabaja por sus hijos, en la madre que da cariño, en la religiosa anciana que no deja de sonreír, en los jóvenes con hambre de justicia y paz. Ser santos es ser felices, es sacar lo mejor de nosotros, dar siempre un plus en nuestra persona, ayudar sin límites con la confianza de que vivimos en este mundo con la esperanza puesta en el Cielo. El Papa nos dice que los santos canonizados y beatificados son importantes pues ellos tienen tres funciones básicas: nos protegen, nos sostienen y nos conducen. Pero hace hincapié en los santos que nos rodean, los que son nuestros vecinos, y en que nosotros también podemos ser héroes de Dios con nuestras buenas obras, reconociendo a Dios en el rostro de quien más necesita de Él. Los santos son aquellos que han llegado a la presencia de Dios, mantienen lazos de amor y comunión con el Todopoderoso. Los santos son los amigos de Dios. Quizás nuestra vida no sea siempre perfecta, pero aun en medio de imperfecciones y caídas tenemos que salir adelante y agradar al Señor. Eso es buscar la santidad.
En definitiva, la invitación es a ser santos aquí en nuestra vida terrena. Esto se va a lograr cuando le demos sentido a nuestra vida poniendo nuestras cualidades al servicio de los demás, cuando descubramos lo bien que se siente al ayudar a un anciano a cruzar la calle, al compartir nuestros conocimientos con algún compañero que no entendió la clase y con tantas otras formas de servir. Así podremos ir construyendo el cielo en la tierra, donde el aroma a Cristo se respire.
Esta exhortación del Papa hace resonar el llamado a la santidad que cada cristiano recibe desde el bautismo y al que debemos responder cada día. Estamos viviendo todavía el tiempo de Pascua, que nos alegra con la resurrección del Señor que en el bautismo nos llamó a una vida de resucitados, nos ha llamado a ser santos. ¡Alégrate y regocíjate, Dios te llama a la santidad!
Por Marco Antonio Ureño Arriaga
2° de Filosofía