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Cuaresma, tiempo de esperanza.

Con el miércoles de ceniza iniciamos la cuaresma, como cada año. Pero conviene que reflexionemos sobre el verdadero significado de este tiempo para vivirlo con intensidad y no simplemente como una cuaresma más. Es un tiempo de gracia, un tiempo para volvernos hacia Dios y experimentar, con su misericordia, la esperanza que renueva siempre nuestras vidas. El tiempo de la cuaresma está marcado por muchos signos que nos invitan a la conversión: la ceniza, las lecturas y las oraciones de la misa, el color morado de los ornamentos, la austeridad en la decoración de las iglesias, la invitación a la oración, al ayuno y a la limosna, etc. Todos estos signos nos ayudan a prepararnos para celebrar los misterios más grandes de nuestra fe con la alegría de la resurrección en el tiempo de Pascua, de manera que estemos abiertos a «que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu».

Año con año, el Papa envía un mensaje a toda la Iglesia para ayudarla a vivir con gozo y con verdad este tiempo de gracia; el mensaje de este año se inspira en una expresión de Jesús en el Evangelio de Mateo: «Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (24,12). En ella Jesús describe una situación en la que podría encontrarse la comunidad de los fieles, la Iglesia. Y en efecto, en nuestra vida podemos muchas veces experimentar cómo frente a acontecimientos dolorosos, a la violencia, a los vicios, a la falsedad, corre el riesgo de apagarse el amor en nuestros corazones. Corremos el riesgo ante la maldad, de caer y no lograr levantarnos pues ella nos hace muchas veces creer que Dios no nos escucha, que no nos acompaña, que su amor no está presente en el mundo.

El mensaje del papa Francisco nos hace pensar en tantos hermanos que, perdidos en los placeres momentáneos no encuentran la felicidad, o que se dejan llevar por el falso remedio de la droga, de unas relaciones de «usar y tirar», de ganancias fáciles pero deshonestas. Cuántas veces nos enreda el engaño de la vanidad que hace perder el verdadero sentido de la vida. Podemos encontrar a muchas personas que sienten, o podemos sentir nosotros mismos, que la alegría y el amor en nuestros corazones se enfrían.

Ante esta realidad muchas veces adversa, el Papa nos recuerda que la Iglesia, nuestra madre y maestra, además de la medicina a veces amarga de la verdad, nos ofrece en este tiempo de Cuaresma el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno. La oración nos ayuda a hallar el consuelo de Dios; la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a reconocer en el otro un hermano a quien debo apoyar en su necesidad; el ayuno debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer, nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra hambre.

El tiempo de cuaresma es un tiempo de esperanza porque nos recuerda que si en muchos corazones a veces da la impresión de que el amor se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo. Es un tiempo para reconciliarnos con Dios, con nuestro prójimo, con nosotros mismos. Es tiempo para experimentar el amor y la misericordia que se manifiestan de manera especial en el sacramento del perdón, en la confesión. Vivamos con intensidad este santo tiempo, preparemos nuestro corazón para que vuelva a arder de fe, esperanza y caridad alegrándonos, al celebrar la Pascua, con la luz de Cristo resucitado, el lucero que no conoce ocaso.

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