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El Pan que nos fortalece en el camino | Domingo XIX del Tiempo Ordinario

Continuamos en este domingo meditando en el discurso del Pan de Vida que narra San Juan en el capítulo 6  (41-51) de su evangelio, y que nos va a acompañar aún durante varias semanas.

En la primera lectura, del primer libro de los Reyes (1 Re 19, 4-8) se presenta al Profeta Elías que, en su huida a causa de la percusión en su contra de parte de la reina Jezabel, siente sus fuerzas agotadas en extremo, al punto de desear mejor morir; la causa de su cansancio es el largo camino y las condiciones agotadoras; pero sobre todo la falta de alimento. El ángel del Señor lo alimenta con pan y agua; este alimento será una figura del verdadero pan que es Jesús Eucaristía, al igual que el domingo pasado lo fue el maná. El sentido de este pan será recuperar las fuerzas, fortalecer para el camino; lo interesante de este domingo es que el ángel le dice a Elías en una segunda ocasión que se levante y coma, porque aún le queda un largo camino y que con esta comida Elías tuvo fuerzas para caminar cuarenta días y noches hasta el Horeb. Como los caminantes del Éxodo rumbo a la tierra prometida o Elías de camino al Horeb, nosotros también vamos de camino hacia una tierra prometida, esa tierra es el cielo; para este camino que es largo y pesado necesitamos del pan diario, pues es una necesidad humana el alimentarnos para recuperar nuestras fuerzas; sin embargo no solo necesitamos de este pan material; sino también del pan verdadero que es Jesús Eucaristía, si con el pan que comió Elías y el agua que bebió caminó cuarenta días y cuarenta noches, me pregunto ¿cuánto tiempo podremos caminar si nos alimentamos con el verdadero pan de vida?, y ¿cuánto tiempo podremos vivir y caminar sin alimentarnos del verdadero pan de vida?

La “comida rápida” y la “comida chatarra” no han llegado solo a nuestras mesas, también amenaza a nuestra manera de vivir la fe. No nos vale cualquier alimento, sino aquel que la Iglesia reconoce en Jesús, ese que fortalece en el presente y se nos asegura como prenda de eternidad. En nuestro tiempo nos alimentamos de muchas cosas que no son sanas, serán sabrosas y deliciosas; pero no nutren ni nuestro cuerpo ni nuestro espíritu; preguntémonos ¿de qué estamos alimentando nuestro espíritu?, ¿de vanidad, de placer, de poder, de orgullo…?

Debemos reconocer que nuestra vida es breve, pasajera, temporal; reconocer que somos peregrinos en este mundo y que nuestras solas fuerzas no son suficientes, necesitamos del pan de la vida que es Jesús Eucaristía. En este sentido de temporalidad de nuestra vida en este mundo también debemos recordar que estamos llamados para la eternidad, es decir para la vida eterna, y es este pan verdadero que nos asegura la vida eterna, nos fortalece y alimenta espiritualmente para soportar el camino. De ahí que debemos permanecer en gracia para acercarnos a la sagrada comunión y no permitirnos dejar de comulgar pudiendo hacerlo.

Por Hernán Gerardo Hernández

Segundo de Teología

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