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La promesa se cumplió, ¡es Navidad!

Levanten su cabeza

Por gracia de Dios volvemos a vivir, renovar y celebrar el gran misterio del Dios hecho hombre. Durante todo el adviento una fue la invitación: “Levanten la cabeza”. Cuando el hombre cae tiende a inclinar su cabeza como signo de derrota, tristeza o incluso vergüenza. Levantar la cabeza es pues signo de alegría. Dios mismo miró al hombre caído, se compadeció de él y en Jesucristo, su Hijo, le ha dado la salvación. Esto es motivo de gran alegría.

Pero, ¿cómo puedo levantar mi cabeza cuando parece que todo se ha caído?

  1. Abriendo mi corazón. Ya lo dice El Principito, solamente con el corazón se puede ver bien, lo esencial es invisible a los ojos. Cuando nosotros queremos entrar a un lugar basta que la puerta esté abierta, de lo contrario, sería muy difícil o imposible entrar. Dios no puede forzar. Es necesario que el hombre, creado a imagen y semejanza suya, lo reconozca como a ese único Dios hecho hombre en el seno purísimo de María y le dé un sí definitivo para que él entre en nuestros corazones y habite en él y, sobre todo, ¡lo transforme!
  2. Dejarte alumbrar por él. Él es la luz que brilló en las tinieblas más densas de la humanidad. Por lo tanto, él brilla en la noche más oscura de nuestra vida, siempre y cuando se lo permitamos. El mundo hoy necesita luz, pero no una luz perecedera sino una que jamás se apague. Es decir, el mundo hoy necesita la luz del evangelio la única que dará respuesta a todas nuestras preguntas. La promesa se cumple hoy en el momento en el que nosotros dejemos que el Emmanuel nazca en nuestros corazones y comencemos a anunciar, llevar y testimoniar esta luz. Es decir, cuando seamos capaces de perdonar, amar y trasmitir la paz en una sociedad oscura, llena de muerte, secuestros e inseguridades. Él comenzará a alumbrar no solo tu vida sino de la humanidad entera. Miremos al cielo no nos olvidemos que nuestra mirada siempre debe de dirigirse a lo más alto, puesto que allí es donde se encuentra nuestra Luz que jamás se apagará y nos hará brillar junto a ella.
  3. Contemplar e imitar la actitud de María y de José. Ellos tuvieron la mejor actitud, la que tanta falta nos hace, es decir, la de la humildad. Solamente cuando somos humildes Dios nos mira y habita en nosotros. María es la esclava que dijo el sí definitivo y más grande de la historia. José es el hombre justo y del silencio que con este silencio ha hecho el ruido más fuerte de la historia. Dos seres humanos que nos enseñan a todo el género humano que la entrega y el servicio son siempre las mejores armas para ser los mejores cristianos.

No nos queda a nosotros otra cosa más que hacer nuestra la actitud de la Navidad, o sea, ponernos de rodillas y adorar al Niño Dios tal y como lo hicieron los pastores en Belén de Judá. Puesto que solo nos mantendremos de pie en la medida que nos sepamos arrodillar ante el Verbo hecho carne, y una vez arrodillándonos levantaremos nuestra mirada al cielo. Hemos preparado nuestros nacimientos en nuestras casas, los hemos detallado, pensado y adornado. Navidad significa nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. ¿Cómo detallamos, pensamos y adornamos nuestro corazón para que nazca en él?

Juan Francisco González Escalante

Tercero de teología

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