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¿La santidad está en peligro de extinción?

Vivimos en una aldea global en la que todos estamos intercomunicados. Diariamente y a través de distintos medios somos bombardeados por una gran cantidad de noticias y, tristemente, la mayoría de ellas son malas: injusticias, opresiones, corrupción, robo, asesinatos, pobreza, enfermedades, guerras, etc. y, ante esta visión tan negativa que se nos presenta de la humanidad (de la que la Iglesia no está exenta) surgen las cuestiones ¿Todavía hay personas que hagan el bien?, ¿aún existen los santos?

A veces tenemos la errónea idea de que los santos están en peligro de extinción porque creemos que ellos deben ser clérigos, monjes o religiosos sumamente extraordinarios, que nunca han pecado, nunca le han fallado a Dios ni al prójimo, personas que nacieron con una chispa divina que los hace diferentes a los demás porque, para el común de los mortales, la santidad es una meta inalcanzable y, por tanto, la santidad es algo reservado única y exclusivamente para unos pocos. No hay nada más equivocado que un pensamiento como este.

Los santos fueron personas como nosotros, con las mismas tentaciones e incluso con los mismos pecados; la diferencia radica en que ellos han practicado heroicamente las virtudes y han vivido en fidelidad a la gracia de Dios, son personas que, por un proceso de conversión, se dejaron tocar por la misericordia de Dios y vivieron sirviéndolo a Él y a los demás en el amor. Nosotros no estamos en desventaja respecto a ellos, pues también tenemos la posibilidad, mejor dicho, tenemos la urgente obligación de crecer en la santidad, de ser santos.

Esto no quiere decir que la santidad sea fruto del esfuerzo de una conquista personal sino que es la respuesta al amor y a la gracia de Dios que se derraman sobre sus creaturas. La santidad no es una invención de la Iglesia sino que la santidad es testimonio concreto de miles de personas que a lo largo de la historia han entregado su vida al plan de salvación de Dios quedando ellos para nosotros como intercesores y modelos de vida cristiana.

La santidad no es un privilegio del cual sólo unos cuantos son llamados a tomar parte, y tampoco se da exclusivamente en los grandes acontecimientos o en personas sorprendentes. Todos estamos llamados a la santidad y la podemos alcanzar en nuestras vidas, con pequeños gestos cotidianos sea cual sea nuestra situación, profesión, o estado de vida.

A lo largo de nuestra vida, Dios nos llama a la santidad (1Ts 4,7). Todos los fieles somos llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, llamados a la santidad. Los tiempos nunca han sido fáciles, los santos de cada época tuvieron sus luchas, incomprensiones y adversidades. Nosotros, hoy más que nunca, estamos llamados a ser luz, portadores de Cristo en medio de este oscuro caos, debemos mostrar que la santidad es una realidad porque la garantía de ello es el amor y la misericordia de Dios que quiere que todos seamos santos como Él es santo (Lv 11,45).

Omar Martínez Guerrero

Cuarto de Teología

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