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Subir con María | Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María

Solo la Niña aquella, la Niña inmaculada,

la Madre que del Hijo recibió su hermosura,

la Virgen que le dice a su Creador criatura,

solo esa Niña bella al cielo fue elevada.

Los luceros formaron innumerables filas

tapizaron las nubes el cielo en su grandeza;

y aquella Niña dulce de sin igual belleza

llenaba todo el cielo con sus claras pupilas.

Celebramos con mucha alegría uno de los dogmas de la santísima virgen María: su asunción gloriosa a los cielos. Recordamos que María, por el gran mérito de su Hijo Jesucristo y por la Gracia que ha tenido delante de Dios, es llevada al cielo en Cuerpo y Alma después del cumplimiento de su vida terrenal. Es llevada en primer lugar para ocupar el lugar que le corresponde, el lugar que le pertenece por ser la mujer limpia y sin mancha por ser “Madre de Dios”; también para participar de la Gloria de su Hijo Jesucristo. Y al subir María al cielo se lleva la humanidad del hombre como anticipo y esperanza de que nosotros también un día participaremos de esa Gloria.

Ella nos muestra el camino que debemos de seguir para llegar a encontrarnos con su Hijo Jesucristo, nos muestra el camino que es recto y sencillo para llegar a él, y este camino que nos enseña María es manteniendo una relación íntima con Dios, conocer a Dios y que Él también nos conozca y, de esa forma, vamos a poder subir junto con ella a los cielos.

Ella nos muestra que para el hombre pecador e infiel no es difícil subir al cielo; lo que le es difícil es mantenerse siempre en esa relación con Dios, mantenerse en su Gracia. Dios elige a María, a esa creatura tan perfecta, tan bella, tan radiante de Amor, porque se mantuvo en su gracia, mientras que el hombre por su débil humanidad y en su miseria que no se reconoce como Hijo de Dios siempre se fija en las cosas terrenales antes que en las del cielo. María nos enseña hoy a todos que el hombre débil también puede mantenerse en la Gracia y subir junto con María a participar de los bienes celestiales.

Hoy contemplamos un misterio profundo de Dios: Dios se fija en la gracia de una mujer sencilla, en la gracia de una mujer con muchas cualidades y virtudes; y es así que Dios la ha mirado tan perfecta que la ha puesto en una misión especial, que ella fuera quien cuidara de su Hijo en la tierra y con el cuidado que María tiene hacia con el Hijo de Dios, el Padre creador nos premia también, además de poderla llamar “Madre” tenemos la certeza de subir con ella al cielo.

María nos muestra que para compartir la gloria de su Hijo en el cielo debemos de imitar sus cualidades y virtudes y de esa manera compartiremos la vida de su Hijo en la tierra. Y una vez imitando a María nuestra madre, que sube al cielo tendremos la dicha de ser como ella y también seremos afortunados de subir al cielo con todo el esplendor, porque María es el anticipo e imagen de la perfección que alcanzaremos todos juntos tanto en la tierra como sus hijos y en el cielo cuando estemos con ella, junto a su Hijo.

Finalmente, cuando nuestra boca y nuestra persona imite a nuestra Madre del cielo, sin ningún obstáculo, podremos alabar a Dios como lo hizo ella misma con estas palabras: Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios mi salvador, porque ha mirado la humildad de su esclava. Con estas mismas palabras y alabanzas a Dios, ofrezcámosle una flor a María, la rosa de nuestro corazón, y que de ahí destelle y brote la bondad, el amor, la sabiduría y la alegría para con nuestro prójimo.

Subamos al cielo junto con María porque ella nos invita a participar de la Gloria de su Hijo, que ningún obstáculo se nos atraviese porque, a través de la contemplación de este misterio de María, nos hacemos participes de la herencia y Gloria del cielo y de esta misma manera sentimos la mirada maternal de nuestra Madre.

Por Raudel Ríos Reyes

Tercero de Teología

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