Cuando un niño está asustado porque va a ir al doctor, su mamá le dice: “Ese señor de bata blanca es bueno, él te va a curar y se te va a quitar el dolor” y, confiando en ella, el niño se deja poner su inyección. Como el niño todos hemos ido al médico cuando tenemos una enfermedad, ya sea común como la gripe o una más grave como la diabetes, y el doctor nos da un tratamiento, algunas veces largo o doloroso o nos priva de algo, como las dietas, y pese a esto confiamos en lo que nos dice, y si el medico nos diagnostica bien y cumplimos el tratamiento, nos curamos: el medico nos salva de la muerte física.
Las lecturas de este domingo hablan de que Dios es un Dios de vida. La primera lectura (Sb 1, 13-15; 2, 23-24) nos dice: “Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser”; no lo creó para la muerte y Dios no quiere que el hombre muera, sino que viva. En el evangelio (Mc 5, 21-43) Jesús se presenta como el verdadero dador de vida, el verdadero médico que salva de la muerte espiritual. Primero nos presentan a la hemorroísa, una mujer que llevaba 12 años enferma y que había ido con muchos médicos, pero en vez de mejorar empeoraba, y ante la desesperanza ella pone toda su fe en Jesús, pensando que con solo tocar su manto se curaría y así sucede. Jesús le dice: “Hija, tu fe te ha salvado”. El otro caso es de la hija de Jairo, la cual estaba al borde de la muerte. Jairo va con Jesús y le pide que salve a su niña, pero en el camino le dicen que ya murió y Jesús le dice: “No temas, basta con que tengas fe”, y al llegar a la casa todos están desconsolados y Jesús les dice que la niña no ha muerto y, pese a las burlas, Jesús entra y con su palabra le devuelve la vida. En los dos casos vemos a Jesús como el verdadero médico que cura las enfermedades que llevan a la muerte y que cura la muerte misma, dando vida en ambas ocasiones. Vemos también la fe por parte de la mujer enferma y de Jairo, ambos creen en Jesús.
En una ocasión, un joven que escuchó este evangelio fue con un sacerdote y le preguntó: “¿Eso que narran sigue pasando en la actualidad?”. Y el sacerdote le contestó: “Claro todos los días Jesús sana a los enfermos dando vida al mundo”. El sacerdote le explicó que los enfermos son todos aquellos que han caído en pecado y que pierden sus bienes más preciados, como son la libertad, la dignidad y la amistad con Dios. Por ejemplo, si una muchacha entra en las drogas, destruye su vida y se hace esclava de las drogas y cada vez se hunde mas en el vicio; o un empresario por su avaricia hace fraude, se hace esclavo del dinero y solo vivirá para conseguir más sin nunca tener una verdadera felicidad. Así es como actúa el pecado y todos los pecados al final nos pueden llevar a la muerte definitiva del alma. El joven preguntó al sacerdote cómo es que Jesús sana a los pecadores, y el padre le dijo que primero a través del sacramento del bautismo, que perdona el pecado original, los hace hijos de Dios, y miembros de la iglesia, además Jesús nos dejó el sacramento de la confesión, y ese sacramento es como cuando vas al médico, que le cuentas todos tus malestares, así al sacerdote les cuentas todos tus pecados, y este te perdona tus pecados sanando tu alma y librándola de la muerte, y restaura tu relación con Dios Padre. Al final el joven hizo al sacerdote una última pregunta: “¿Me puede confesar?”.
Este domingo Dios se presenta como el Dios de vida, y Jesús como el medico siempre disponible. El Señor nos invita a acercarnos y, aunque pensemos que nuestro pecado es el más grande, es el más malo, o tenemos mucho tiempo así, a Jesús eso no le interesa. La hemorroísa tenía 12 años con su enfermedad, ¿tu cuánto tiempo tienes con la tuya? Solo necesitamos fe, así el Señor Jesús nos podrá decir: “Tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud”.
Por Francisco Carlos Medina
Segundo de Teología