¡Escucha, discierne, vive!
Escuchar, discernir, vivir; son los aspectos que enmarcan el comienzo de la misión de Jesús, y son también las actitudes que necesitamos tener nosotros ante nuestra propia vocación y misión. El Papa Francisco en su Mensaje para la 55 jornada mundial de oración por las vocaciones que se realizará el próximo domingo 22 de abril, domingo del Buen Pastor, nos invita a profundizar sobre “cómo la llamada a la alegría que Dios nos dirige es el centro de nuestra vida y cómo esto es el «proyecto de Dios para los hombres y mujeres de todo tiempo» (Sínodo de los Obispos, XV Asamblea General Ordinaria, Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, introducción)”. Presentamos aquí una síntesis de este mensaje del Papa.
Escuchar
Hoy en nuestros días vivimos en un mundo muy dinámico, lleno de ruidos, con nuevos retos por enfrentar en nuestra vida cotidiana. Es importante prepararnos para escuchar la voz de Dios y aprender a leer los acontecimientos con los ojos de la fe. Debemos de saber que Dios nos llama de un modo silencioso y discreto; en la sencillez de la cotidianidad. Para ello necesitamos salir de nosotros mismos, salir de nuestro egoísmo y de nuestras comodidades, para poder así estar abiertos a las sorpresas del Espíritu.
Discernir
En medio de crisis y situaciones limitantes tenemos la necesidad del discernimiento espiritual y la profecía, es decir, debemos de llevar un proceso que nos lleve a realizar, en el diálogo con el Señor y escuchando la voz del Espíritu, elecciones fundamentales, empezando por la del estado de vida. Esta elección nos debe de ayudar a superar las tentaciones de la ideología y del fatalismo, a descubrir en la relación con el Señor, los lugares, instrumentos y las situaciones a través de las cuales él nos llama.
Vivir
¡La vocación es hoy! ¡La misión cristiana es para el presente! No podemos seguir poniendo de pretexto que necesitamos más tiempo, o que estamos esperando un momento más adecuado. Dios nos llama desde nuestra realidad a ser testigos de su amor a través de la vida laical, del matrimonio; en la vida sacerdotal, ya sea en el ministerio ordenado, o la de especial consagración. Nosotros podemos experimentar la alegría del Evangelio si nos arriesgamos a realizar una elección.
El Señor nos sigue llamando día a día y, aún con nuestros errores y defectos, con nuestros pecados o nuestras limitaciones, él quiere que seamos valientes y generosos para responder «¡Aquí estoy!».