El hombre, en su existencia, ha querido elegir los caminos que lo guíen a la virtud, esto es, el bien. Pero este objetivo no se no se da en el hombre de una manera sencilla, pues tiene que seguir una línea equilibrada, que para Aristóteles, un gran filósofo de la antigua Grecia, es el justo medio, tema que abordó en su obra “Ética Nicomaquea”.
El justo medio es la virtud, la cual se realiza mediante la integración de buenos hábitos con los que podemos llegar a realizar el bien. Estos hábitos como decíamos, no se obtienen de la noche a la mañana, sino más bien con el tiempo y desde la experiencia. Para explicarlo mejor, podemos ilustrarlo con un ejemplo: dentro de la vida de un joven que se prepara para convertirse en un jugador de futbol profesional, necesita de una ardua preparación, buena alimentación, entrenamientos especiales que lo ayuden a tener condición, coordinación, agilidad y dominio del balón, etc.
Sin embargo, es necesario hablar de los extremos que podemos encontrar en la búsqueda de la virtud, pues muchas veces no sabemos si la acción que realizamos, efectivamente nos está dirigiendo a un justo medio. En este mismo ejemplo del joven futbolista, al tener en claro que debe hacer lo mejor para desarrollarse como buen jugador, puede llegar al extremo de forzar su entrenamiento y dañar sus músculos, además de ingerir demasiadas proteínas que puede llevar a problemas cardiovasculares; en sentido contrario, si el joven solo suele entrenar dos veces por mes, cae en la rutina de no comer cosas saludables, será señal de que jamás llegará a cumplir su meta. A esto es lo que Aristóteles llama “vicio”.
El vicio es la otra cara de la moneda contraria a la virtud que, en términos concretos, es la práctica de malos hábitos. El vicio, para Aristóteles tiene su naturaleza en ser extremo, es decir, se trata de la acción que lleva a la virtud, pero ya sea de manera excesiva o por su ausencia total.
La virtud pues, se entiende como el punto medio para poder llegar al bien último, si el joven deportista lleva un equilibrio en su alimentación y desarrolla un horario de preparación, con entrenamientos que en un principio difíciles y que con el paso del tiempo ira creciendo y mejorando en su búsqueda por ser un futbolista profesional.
Sin embargo, hay que tener en cuenta lo siguiente: ¡No se trata de que podamos hacer cualquier cosa, con el pretexto de que la hacemos de un modo equilibrado!, pues hay acciones que en sí mismas siempre son malas, y que por tanto no es lícito acudir a ellas en ningún momento de nuestra existencia, en ejemplos presentados por Aristóteles: “la alegría del mal ajeno, la imprudencia, la envidia” entre otras acciones, pues son estas por sí mismas un mal.
Tenemos que tener en claro entonces lo que dice Aristóteles: “obrar conforme a la recta razón”, es decir la recta intención. Esto nos quiere decir, que es necesario una relación equilibrada con mis pasiones, mis potencias y mis hábitos; de aquí la gran importancia que representa el conocernos a nosotros mismos: para tener la capacidad de modular e integrar todo nuestro mundo interior.
Hay que vivir la virtud no solo como aquello que nos perfeccione, sino que nos ayude a poder llegar al bien. La práctica hace al maestro; es necesario huir de las malas acciones encaminadas al vicio; asimismo, es importante descubrir qué vicios hay en nosotros, para poder trabajarnos y poder buscar la virtud. Durante la vida humana vivimos inclinados muchas de las veces por los puros placeres; eduquémonos para poder obrar, no teniendo como paradigma supremo el placer, sino la recta razón que con conduce al auténtico bien.
Luis Fernando Sánchez Huerta
Etapa Discipular