Hoy en día, hablar de la libertad en el hombre es un tema demasiado complejo y, a veces, un tanto polémico, esto porque se han tomado posturas muy contrastantes al respecto: por un lado, para algunos parece absurdo hablar de libertad en el hombre ya que a su parecer, este no es un ser libre en la toma de sus decisiones y acciones, sino que se encuentra determinado, por la cultura, el ambiente, la herencia genética, etc., que lo determinan en su forma de ser, y obrar y, por lo tanto, no cabe posibilidad para afirmar que el hombre sea libre; a esta manera de concebir al hombre se le ha llamado “determinismo”, pues como hemos dicho parece que el hombre está inevitablemente determinado. Otros, en cambio, conciben la libertad en el hombre, afirmando el polo opuesto, es decir, piensan que la libertad en el hombre se da cuando este solo elige, en otras palabras, aquí se entiende a la libertad como una pura elección de cosas, se le conoce como liberalista.
Partiendo de lo anterior tratemos de buscar el justo medio entre ambas posturas, recordemos que para Aristóteles la virtud está precisamente en el justo medio, es decir, que de ninguna manera no podemos situar en alguno de los extremos, porque estaríamos condenados al fracaso.
Para podernos situar en el justo medio de la libertad humana, es necesario, en primer lugar, encontrar en qué momentos de la vida se encuentra presente y cómo el hombre es consciente de ella; en su diario obrar, indudablemente, está presente, es decir, en cada una de sus decisiones; por ejemplo, en el caso de un joven que está por decidir cuál carrera universitaria estudiar, o si es mejor dejar los estudios y comenzar a trabajar, ya es un acto de libertad, porque la decisión proviene de él mismo, sin la intervención del algún agente externo, aquí encontramos la presencia de la libertad en el hombre siempre la está ejerciendo, aunque en muchas de las ocasiones no es consciente de ello, esto lo observamos, desde la hora en que se levanta, en que va a comer, como va a vestir, si practicara algún ejercicio, incluso en lo más profundo de su ser, por ejemplo cuando se encuentra enamorado de alguien, nadie lo forza a experimentar ese «sentimiento» por la otra persona. Hay que decir que antes de tomar cualquier decisión se da un proceso de discernimiento, pues siempre hay factores que lo condicionan ya sean internas y externas que influyen en este proceso de discernimiento. Con estos ejemplos, de la vida cotidiana constatamos la libertad en él, la cual siempre se da frente a un abanico de posibilidades, en otras palabras, el hombre es libre cuando se decide por una cosa y no por otras.
Sin embargo, el hombre no siempre, aunque quiera elegir algo, lo puede conseguir, por ejemplo, si quiere volar por sí mismo, jamás lo podrá conseguir, ya que él no posee las condiciones físicas necesarias, que se requieren para realizar esta acción, es decir, no tiene alas para poder volar. Con esto nos podemos dar cuenta que el hombre ejerce una verdadera libertad, cuando esta vaya acorde a su naturaleza que es la racionalidad, que no se limita a poder pensar y reflexionar, sino también consiste en conocer el bien y relacionarse con los demás. Por lo tanto, el hombre es verdaderamente libre cuando se encamina hacia la propia perfección, hacia la autorrealización, que le será siempre alcanzable, porque es algo que lo constituye. Esta es la libertad que busca y que ha buscado a lo largo de su historia, ser y convertirse en un mejor hombre.
El hombre, mediante su libertad, se encamina a la construcción de un proyecto de vida, sin embargo no ha de olvidar que no está solo, sino que es parte de una sociedad, es decir, que frente a él se encuentran una multitud de hombres y mujeres, que anhelan como él su libertad, y por lo tanto ha de ser consciente que de ningún modo puede estropear la realización de los otros. Y es aquí donde encontramos el valor y la importancia de las diferentes instituciones, las cuales tiene como fin la construcción del bien común en la sociedad, y para que esta pueda alcanzar este ideal, las distintas instituciones son las encargadas de mediar en los conflictos que se puedan desatar en los hombres, cuando cada en su libertad entre en conflicto con la libertad ajena, situación en la que se pone en riesgo no solo la libertad, sino la dignidad de las personas y la convivencia social pacífica.
Podemos decir entonces, que el hombre es libre, pero que también tiene como tarea conquistar la libertad, en la medida que es capaz de ser autor y protagonista de su propia historia, en donde la meta es su auto perfeccionamiento, tratando de vencer los obstáculos que ponen en riesgo la construcción de su proyecto de vida, en el que también se hace presente la realidad y dignidad de las demás personas; así el hombre, consciente de ser un yo social, está llamado a asumirse parte de la comunidad humana y a constituirse colaborador de la misma para su desarrollo humano. Por ello el justo medio de la libertad le será alcanzable al hombre, cuando sea consciente que él lleva el timón de su vida, que no está determinado por agentes externos ni por los dinamismos internos, que también debe hacer presentes. Por lo tanto, cada día busquemos ser más libres, siendo mejores hombres. Alcemos pues la bandera de la libertad, que no busca otra cosa que la construcción de un mejor hombre y en último término de una mejor humanidad.
Pedro Martínez Ortiz
Segundo del discipulado