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El sufrimiento y el dolor

En la visión de Moisés González García

La vida revela, incluso a los más afortunados, la experiencia del sufrimiento. Hay quienes están más protegidos contra el riesgo de padecer sufrimientos, y las condiciones socioeconómicas son un reaseguro contra gran cantidad de riesgos. Y aunque se tenga todo, “una felicidad completa”, sin embargo, nadie está a salvo del dolor. Quien teme a los dolores, teme a aquello que necesariamente habrá de alcanzarlo, tarde o temprano. Cuando alguien sufre y exclama: «¿Por qué tuvo que pasar esto?», nos muestra su consternación y el aparente sin-sentido del mal; o bien, cuando alguno dice: «¿Por qué tuvo que pasarme esto a mí?»

Platón en el Fedón afirma: «¡Qué extraña cosa, amigos, parece ser eso que los hombres llaman placer! ¡Cuán admirablemente está relacionado por naturaleza con lo que parece ser su contrario, el dolor! No quieren presentarse los dos juntos en el hombre, pero si alguien posee uno de ellos, casi siempre está obligado a poseer también el otro, como si estuvieran atados por una sola cabeza, a pesar de ser dos».

Otro factor que puede contribuir a agudizar el sufrimiento es el cambio de hábitos o de estilo de vida de una manera inesperada. Nos corren de la escuela o del trabajo y además de la convivencia extrañamos el almuerzo compartido con los compañeros. Nos separamos de nuestros padres, y parte del sufrimiento que padecemos obedece a que extrañamos los innúmeros rituales compartidos a lo largo de los años, esos amados ritmos que en su momento nos hicieron optar por lo bueno conocido. Y todo este cambio de hábitos nos puede llevar a un sufrimiento a un gran dolor. Sin embargo, un cambio de hábitos también lo podemos enfocar a mejorar alguna situación complicada que se esté pasando, esto sucede cuando la modificación de algunas conductas está encaminadas a practicar acciones virtuosas.

Mientras que el dolor no da opción a quien lo siente, de algún modo el sujeto, tras reflexionar, elige sufrir. Entonces el dolor lo podemos entender, simplemente, como una sensación emocional o física que se padece ante una situación que nos agrede de alguna manera. Mientras que el sufrimiento es mucho más complejo, tiene muchos matices y elementos, como los ya mencionados. El sufrimiento parece ser más una afección crónica, que se puede extender por mucho tiempo, mientras que el dolor es más bien agudo.

El dolor es subjetivo y se evalúa de distinta forma porque no todos tienen el mismo umbral. La manera de sufrir la aprendemos de los demás; de manera que sentimos lo que creemos apropiado en una circunstancia determinada, y lo que nos parece que esperan los demás de nosotros.

Sufrimos porque nos aferramos al dolor, como si tuviéramos temor a que nos lo quiten; pero si nos atreviéramos a ser libres, sin ataduras, ilusiones ni creencias falsas, veríamos la realidad tal cual es, identificaríamos el dolor, que de esa forma sería más probable iniciar un proceso en miras a disipar naturalmente y nos liberaríamos para siempre del sufrimiento. Sin embargo, la experiencia nos dice que nos tan fácil lidiar con el sufrimiento.

Aristóteles y los estoicos dividen todos los problemas en dos: los que están en nuestro poder, y los que no están en nuestro poder. Respecto a estos últimos, de lo que se trata es de entrenarnos para sufrir lo menos posible. Aceptación valiente del dolor, de los problemas, de las angustias y de los pavores como una parte necesaria de la vida, como el revés de la alegría, el gozo y la tranquilidad.

Aunque gran cantidad de cosas no dependen de nosotros, hay algo que sí está en nuestro poder; y es el modo de reaccionar frente a lo que nos sucede, incluso cuando debemos optar entre dos alternativas que no hemos elegido.

Quienes no están habituados a enfrentar problemas o a sentir dolores, a menudo ceden ante el más ligero contratiempo. Las primeras grandes desgracias (aun cuando llegan en una edad muy avanzada) con frecuencia son las peores, de allí que tantos adolescentes se suiciden por faltarles familiaridad con el dolor. Quienes se han habituado a las adversidades suelen soportarlas con mayor firmeza y valentía.

En fondo creo que lo más importante es saber distinguir las emociones que se está viviendo; sus orígenes y causas; sus repercusiones y también identificar en qué medida, está o no en mis manos, remediar cualquier situación que cause algún tipo de dolor o sufrimiento. Y también un punto que puede ayudar, es saber que el dolor es inevitable, tarde o temprano llega. Y si es una situación que se sale de nuestro alcance, hay que aprender a aceptarla y vivirla con la mayor paz posible.

Por Arturo Delgado Esparza

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