La Fides et Ratio es una encíclica que ha tenido gran importancia para los cristianos que se dedican a la filosofía. Esta encíclica suele compararse Aeterni Patris de León XIII, de finales del siglo XIX conocido también como el siglo de la industrialización. Ambas tienen como tena central la filosofía y su relación con la fe. La encíclica Aeterni Patris fue de gran importancia para la renovación tomista y del pensamiento cristiano en general; por ello es de desear y esperar que la Fides et Ratio genere en los creyentes una nueva valoración de la filosofía y una nueva voluntad de pensar en las direcciones señaladas por el Magisterio.
El pensamiento cristiano debe de hacerse hoy más presente en el mundo; lo necesita la Iglesia y lo necesita el mundo. La nueva evangelización, el diálogo con otras culturas y religiones, con los no creyentes, precisa la mediación del pensamiento, y de un pensamiento cristiano. El carácter universal de la propuesta de salvación, que plantea la fe cristiana, es difícil que pueda ser evidenciado sin una reflexión filosófica que ponga de manifiesto que lo que la fe cristiana propone expresa la verdad del ser humano.
La Encíclica, se caracteriza por su gran apertura hacia la razón, sobre todo en una época en la que se ha teorizado sobre su debilidad. San Juan Pablo II subraya la importancia de conjugar fe y razón en su relación recíproca, aunque en el respeto de la esfera de autonomía de cada una. Con este Magisterio, la Iglesia se ha hecho intérprete de una exigencia emergente en el contexto cultural actual; ha querido defender la fuerza de la razón y su capacidad de alcanzar la verdad, presentando a la fe como una forma peculiar de conocimiento, gracias a la cual el hombre puede abrirse a la verdad de la Revelación.
Presentamos como punto de partida tres aspectos de suma importancia que motivaron a la creación de esta encíclica:
- La Iglesia y la fe cristiana han enfrentado situaciones serias con la llegada de la modernidad y la industrialización, ya que estas cuestionaron cualquier fuente de verdad y cualquier forma de autoridad que no fuera la suya, negaron lo sobrenatural en todos sus órdenes, reinterpretando los contenidos religiosos de la fe y la moral; prometiendo la salvación mediante el conocimiento racional y científico, mediante el progreso imparable de la industrialización.
- La Ilustración sostenía que la razón se auto-fundaba, que era, en consecuencia, autosuficiente en todos los órdenes, y único criterio de verdad. La apertura al Misterio, la aceptación de otras verdades como las que enseñaba la Iglesia, eran negadas en nombre de la autonomía de lo humano. La dependencia de Dios y de la Iglesia se consideraban perjudiciales, alienantes, prolongadora de la minoría de edad. La fe en la razón y la idea de progreso, y el ejercicio autónomo de la razón en todos los órdenes, eran elementos básicos de la Ilustración.
- Con la llegada del pensamiento postmoderno radicalizaron algunos aspectos del pensamiento, pasando a afirmar que el hombre no es capaz de conocer la verdad y si pretendiera hacerlo cae en un dogmatismo o en una intolerancia; porque es preferible alcanzar verdades parciales. Se pasa también a afirmar que no es posible acceder al fundamento último de las cosas: no tiene sentido formular preguntas últimas, dicen, porque éstas no tienen respuesta; y es quimérico pensar llegar al ser de las cosas con nuestro conocimiento, ni mucho menos al ser infinito, pues sólo disponemos de apariencias.
Esta situación compleja es la que contempla la encíclica. Sin duda, la filosofía moderna tiene el gran mérito de haber concentrado su atención en el hombre. A partir de aquí, una razón llena de interrogantes ha desarrollado sucesivamente su deseo de conocer cada vez más y más profundamente. Se han construido sistemas de pensamiento complejos, que han producido sus frutos en los diversos ámbitos del saber, favoreciendo el desarrollo de la cultura y de la historia.
La encíclica, desde la fe nos invita a recuperar la confianza en la razón que sea capaz de plantearse las cuestiones de la existencia humana y las posibilidades de conocer la verdad.
En el hombre se percibe cierto rechazo por la religión y, para ayudarle a ver la religión desde otra perspectiva, es preciso comenzar por probar que la religión no es contaría a la razón.
Por consecuencia, el filósofo tiene como tarea ayudar a conseguir una visión unitaria y orgánica del saber. El filósofo cristiano cree en Dios, y acepta la Revelación como verdad dirigida al hombre para que, viviéndola, pueda alcanzar la plenitud. En esa Revelación hay, como dice el Papa, una «filosofía implícita», es decir, una manera de entender a Dios, y de concebir al hombre.